Borja Adsuara parecía destinado a aguantar contra viento y marea al frente de la Dirección General para el Desarrollo de la Sociedad de la Información. Cuando, tras la crisis de Gobierno, se produjo la tradicional riada de relevos en la cúpula de los diferentes ministerios, Josep Piqué sorprendió a gran parte de la comunidad internauta manteniendo en su puesto al que era uno de los personajes más impopulares del Departamento. Tomé no gozaba del cariño de los enganchados a la Red, su cese fue bien recibido, pero la pieza más deseada era el padre de la LSSI.
Sin embargo, cuando ya nadie lo esperaba, nos enteramos de que la salida de Adsuara es cuestión de días. Continuará en Ciencia y Tecnología, pero lo hará en un órgano que depende de una entidad a su vez dependiente del ministerio. Lo mantendrán muy lejos de donde estaba hasta ahora. El observatorio, especie de ente metafísico, que va a dirigir es algo cuya utilidad resulta difícil de explicar al margen de declaraciones grandilocuentes. Parece que su función real es colocar en un exilio dorado a alguien que ya resulta molesto pero al que no se quiere dejar en la estacada en agradecimiento por los servicios prestados. A partir de ahora va a ser más acertado que nunca el calificativo con el que le bautizó el editor de Libertad Digital, Federico Jiménez Losantos: "holograma Adsuara".

Adsuara, más holograma que nunca

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