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Diana Molineaux

Con retraso y arrogancia

Los presidentes Bush y Carter estuvieron muy por encima del Comité del Nobel de la Paz, que tuvo el mal gusto de expresar opiniones políticas en la concesión del premio.

Parece ser que los jueces de paz en Estocolmo han necesitado las amenazas de George Bush para reconocer las gestiones de Carter en Camp David, con 25 años de retraso. El mismo organismo que en 1978 le dejó fuera del premio concedido a Sadat y Begin porque “no lo nominaron a tiempo”, ha cambiado la pasividad de entonces por el activismo de ahora y ha mermado el valor del premio al convertirlo en un argumento político contra George Bush.

Afortunadamente, Bush siguió su costumbre de no fijarse “en los tipos profesorales que quieren ver su nombre en los periódicos” y se apresuró en telefonear a Carter para felicitarlo por un premio “que le correspondía desde hace tiempo”. En cuanto a Carter, un hombre que no ha escondido sus opiniones ni cuando era mejor callar y que pocos días antes había publicado un artículo criticando la política de Bush ante Irak, se negó a comentar las declaraciones de Gunnar Berge, quien explicó que la referencias del Comité a la situación actual son una crítica a la Administración nortemaericana de hoy. Carter “no las había oído” y trató de quitarles importancia en las entrevistas que le hicieron durante todo el día.

Nadie ha acusado de humildad a los políticos escandinavos, pero la arrogancia puede llegar fácilmente a extremos insoportables cuando se erigen en árbitros del bien y del mal ante un mundo dispuesto a reconocerlos como tales.

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