La reunión de presidentes y secretarios regionales del PP celebrada el lunes en Trujillo ha marcado el comienzo de la carrera de méritos por la sucesión de Aznar. Estuvieron presentes Jaime Mayor Oreja y Rodrigo Rato, aunque faltó Rajoy, al parecer por motivos de agenda, por lo que ha perdido la ocasión de puntuar en esta “primera etapa” del recorrido.
En un tono presidencial, cada uno habló de lo que mejor conoce. Mayor Oreja, que es el responsable del programa marco del PP para las municipales y autonómicas, lo hizo sobre la cuestión nacional, pronunciando un discurso que muy bien podía haber servido para definir líneas de actuación política en un congreso nacional del partido. Destacó la necesidad de acabar con la incertidumbre sobre el futuro de España que provoca la tendencia nacionalista del PSOE en el País Vasco y Cataluña, y la necesidad de que los dirigentes populares muestren sus convicciones, sin cultivar la ambigüedad o el tacticismo, para poder contrarrestar al PSOE y su aventura de la “segunda transición” en el campo autonómico con un proyecto “sólido y claro” sobre el papel del Estado y el de las Comunidades.
Por su parte, Rodrigo Rato, quien también animó a los líderes regionales a que se enfrenten a las elecciones autonómicas con “propuestas concretas” y no con “eslóganes” o “insultos”, se centró en el área económica desde un enfoque centrista (quizá tema que su antiguo perfil liberal perjudique sus aspiraciones a la sucesión), contrastando las promesas cumplidas y los logros económicos del PP con los incumplimientos del PSOE durante su etapa de gobierno, al que criticó por no “atreverse a abordar reformas necesarias”; algo que, por cierto, podría aplicarse a sí mismo en lo que toca a las reformas laboral (de la que destaca que “no ha supuesto la pérdida de subsidio para nadie”) y fiscal (“nuevas reducciones de impuestos”, aunque no habló del nuevo impuesto que proyecta sobre las viviendas vacías). En definitiva, Rato aconsejó a los dirigentes del partido vender con convicción los logros del PP, especialmente los de su departamento, en sus intervenciones a lo largo de los próximos meses. Algo que tenía que haber hecho él mismo, por cierto, antes de dar marcha atrás a la reforma laboral en aras de una imagen de “centro” que él cree necesaria para ser presidente del Gobierno.
Ambos coincidieron en mantener el “pacto de no agresión” entre los aspirantes. Mayor Oreja señaló que la sucesión de la que hay que ocuparse es de la de Chaves e Ibarra, mientras que Rato afirmó que no habrá “sorpresas de última hora” en los tiempos de la sucesión”, por lo que el PP debe dedicar los próximos meses a “gobernar y prepararse para una contienda limpia, de ideas y modelos”.
Sin embargo, es probable que las caras amables y la imagen de cooperación entre los tres principales aspirantes y los otros cuatro “destacados” –necesaria para no comprometer con sus disputas el disfrute de lo que Aznar les va a legar en herencia– no dure mucho más allá de las municipales y autonómicas. El robo de los informes que sobre las miserias privadas de los candidatos había elaborado Arriola para Aznar es un indicio de lo seria que puede ponerse la pelea en un futuro próximo.
Aznar está sustituyendo la sobriedad castellana, –quebrantada por la boda "real" de su hija– por la testarudez de un burro manchego, al empeñarse en que “no toca”. Incluso el medio que más le apoya, La Razón, consciente quizá del daño que puede causar al poder del PP una “guerra de sucesión” encarga encuestas y dedica editoriales para aconsejarle que, tras las municipales y autonómicas, convoque un congreso extraordinario y designe sucesor. Esas encuestas, como también las que encargan otros diarios, reflejan un peligroso acercamiento de Zapatero en la intención de voto que está poniendo nerviosos a los populares. Y esto se debe a que, desde el verano, el Gobierno no gobierna, sino que hace todo lo posible por evitar problemas, creando más aún.
No tiene sentido retrasar más la designación del sucesor (aunque sea “digital” y de urgencia, sin trámite de congreso previo), pues de lo contrario, el designado no tendría tiempo de prepararse a conciencia ni de ir eligiendo sus colaboradores para la batalla de 2004, donde Zapatero, ya rodado, tendrá casi todo a favor, incluido Polanco. La reiterada negativa de Aznar es un misterio, y la única forma de explicarla es que quiere controlar el partido hasta el final y dejarlo todo “atado y bien atado”. Pero, como ha fijado fecha de caducidad, pretender que todos los candidatos se estarán quedos y sumisos, sin arrimar el ascua a su sardina ni propinar codazos a sus rivales, es pura quimera. Y esto se verá una vez que pasen las municipales.
Por otra parte, no puede decirse que Aznar haya estado muy acertado en sus últimas designaciones. El nombramiento de Ana Palacio como ministra de Asuntos Exteriores fue una idea personal suya, y no parece que los errores y las lagunas de la ministra se vayan puliendo con el ejercicio del cargo, antes al contrario, como pudo comprobarse el lunes. Si la “sorpresa” que se reserva Aznar es de este tipo, más vale que tire a la papelera de una vez el cuaderno azul y deje decidir al partido... por el bien de la derecha y de España.

Mayor y Rato, aunque “no toque”

En España
0
comentarios
Servicios
- Radarbot
- Curso
- Inversión
- Securitas
- Buena Vida
- Reloj Durcal