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En mi libro “Con Aznar y contra Aznar” y muy especialmente en el ensayo titulado “Aznar y los medios de comunicación”, he descrito con cierto detalle la caótica deriva de Aznar y su friso gubernamental en sus diferentes proyectos de asociación y concentración de medios, supuestamente para equilibrar el abrumador dominio de Polanco; en realidad, para asegurarse un imperio semejante con las mismas características, incluso agravadas: disciplina cuartelera, inanidad ideológica, discapacidad moral, ausencia de criterio, falta de formación, idiocia cultural y servilismo político. Le han fallado los empresarios –Asensio, Azcárraga, Villalonga, Lara, Nemesio, Pearson...– porque nunca ha confiado en la propiedad, que supone independencia, y porque no ha querido entender que en los medios los contenidos son la verdadera marca de la casa, y que sin una línea editorial coherente, mantenida con independencia profesional y solvencia empresarial, no hay multimedia que valga.

La clave de lo que pasa en el panorama de la comunicación española, incluyendo el monopolio de la televisión de pago que van a regalarle a Polanco y la marejada que empieza a ahogar al que, tras derrochar cientos de miles de millones de antiguas pesetas debería haber sido el Prisa Bis, el multimedia de Telefónica llamado Admira, está en la concepción que el Presidente del Gobierno tiene del periodismo y de la libertad intelectual. Aznar, reconozcámoslo, no soporta el periodismo independiente. Aznar le tiene cada vez más asco a su base social. Aznar reniega de lo que ha sido y ha hecho la derecha española en todo el siglo XX. Aznar sólo aprecia las figuras y figurones de la Izquierda. Aznar no es capaz de dedicarle dos horas seguidas a un proyecto de comunicación. Aznar ha hipertrofiado hasta límites inimaginables incluso por González el monstruoso despilfarro de la televisión pública, la competencia desleal a la televisión privada y el achabacanamiento repugnante de la programación con dinero público. Aznar no ha ayudado y ha desestabilizado, cuando no hundido, los medios más importantes del centro y la derecha españoles (ABC, COPE, Epoca, El Mundo...). Cuando deje la Moncloa, Aznar puede dejar como un solar en ruinas el paisaje de los medios de comunicación ajenos y adversos al socialismo y a la Izquierda.

La almoneda en torno a Telefónica y la tómbola en torno a Polanco no son casualidades coincidentes, en el tiempo y en el espacio, son ejemplos de estupidez y naufragios de alternativa. Son las últimas convulsiones de una política obsesionada con que no hubiera medios fuertes, importantes en la derecha que condicionaran el poder de Aznar. Y lo ha conseguido. Ni fuertes, ni débiles. Nada. Después de Aznar, Polanco. Y algún otro, que pactará con él. Con Polanco, naturalmente. No habrá poder igual. Difícilmente habrá otro.

Pero algún náufrago sobrevivirá, desengañado pero no vencido, al menos para contarlo.

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