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Germán Yanke

Nacionalismo contra Navarra

El Rey es bondadoso. En la inauguración del nuevo Parlamento de Navarra, ante los gritos amenazantes de los etarras de Batasuna, dijo que "la libertad de expresión es un hecho en España" porque allí mismo, en el acto que se celebraba en la cámara navarra, eran "testigos de ello". Añadió que "algunos han olvidado que interrumpir su ejercicio es, para empezar, antidemocrático".

El Rey, como digo, es bondadoso. Porque los cánticos bélicos e independentistas, las amenazas y los insultos de los miembros de Batasuna no son manifestación de la libertad de expresión, sino la más grosera muestra del totalitarismo que anida en la raíz de su ideología. Y ese "interrumpir su ejercicio", que es verdaderamente antidemocrático, no queda restringido a estos actos en sede parlamentaria. Esta semana se ha celebrado en la Audiencia Nacional el juicio sobre el asesinato de José Luis López de Lacalle: no es, sólo, antidemocrático, es, en la mayoría de las ocasiones, un crimen.

Ya se que el Rey no niega nada de esto ni lo desconoce, pero no quiero dejar de subrayar la evidencia si el protocolo obliga a pasar de puntillas o deslizándose en las elipsis. No son "algunos" ni se han olvidado de nada. Son los que pertenecen y están al servicio del entramado que es hoy ETA. No es el reto de Navarra comprometerse "con el conjunto de España y con el mundo entero" –lo que viene haciendo mejor que muchas otras comunidades autónomas–, sino defenderse, al tiempo que del terrorismo, de una vecindad agresiva, la del Gobierno vasco, que quiere hacerse con el territorio foral a la vez que separarse de España.

Hoy mismo, el presidente del Gobierno navarro, Miguel Sanz, se ha referido a intromisión del ejecutivo de Ibarretxe en los programas (las mentiras históricas, políticas y geográficas) de las ikastolas que imparten enseñanza en Navarra. Podía haber añadido el afán propangandístico de los medios de comunicación públicos de la Comunidad Autónoma Vasca, que llegan sin oposición a Navarra, o los planes de empresas públicas vascas, dependientes directamente del poder político nacionalista, que intentan colonizar sectores estratégicos del Viejo Reino.

Lo que quiero decir es que el problema fundamental de los ciudadanos navarros no es soportar insultos y cánticos lamentables, sino mantener la contención a esa avalancha nacionalista que es, además, un peligrosísimo virus contra las libertades. Ojalá los buenos deseos del Rey se hagan realidad.

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