André Breton expulsó a Roberto Matta Echaurren del grupo surrealista, por indignidad moral, en 1948, declarándole culpable del suicidio de Achille Gorky, al haberse acostado años antes con su esposa. Victor Brauner, por considerar que la expulsión era injusta y secataria, dimitió del grupo surrealista. Viejas fotos sin importancia. La hija de Breton saca a subasta estos días el tesoro del pirata. Y no es extraño que se trate de un verdadero tesoro, teniendo en cuenta las relaciones y amistades del “papa del surrealismo”: cuadros y dibujos de Arp, Brauner, Domínguez –quien lanzó una botella contra Marie-Laure de Noailles, pero le dio a Victor, el cual quedó tuerto (esto último es cierto pero la diana primera la invento)–, Magritte, Miró, Molinier, Picabia, etcétera; maravillosos objetos y esculturas de lo que antes era calificado como arte primitivo y ahora, con la burocratización de todo, se llama arte primero (¿), miles de libros, fotos, etc.
Se hubiera podido hacer una Fundación André Breton si la Hacienda francesa no fuera tan tacaña y antiliberal. Sigo pensando que André Breton fue un gran escritor, lindando fugazmente con el genio. Como “jefe de grupo”, fue ultra-autoritario y sectario; y, como pensador político, un desastre. Se me dirá que fueron las circunstancias o, si se prefiere, la época. Desde luego, cuando delira sobre la Revolución, su estilo sigue siendo estilo y nada tiene que ver con Aragon, con sus cánticos al GPU, o las odas a Stalin de Neruda, por no hablar de los “ingenieros de almas” del “aparato”. Y si algo queda de Trotski es únicamente que perdió y fue asesinado, y que escribía mejor que Stalin. Punto.
Cuando, el siglo pasado, me enamoré de una directora de galería, ella, que había expuesto a Matta, quiso convencerme de que era genial o, en todo caso, muy importante. Como me mostraba algo reacio, me decía Nina: ”Tu ne comprends rien à la peinture”. Luego, con el paso del tiempo y nuestra amistad con Matta, conocí casi toda su obra y, si no es mi preferido de los contemporáneos, reconozco que es un gran pintor. Últimamente, Matta declaró a la prensa española que él jamás había formado parte del “grupo surrealista”, lo cual es mentira, porque no sólo perteneció a él sino que fue expulsado, e hizo todo lo humanamente posible para reconciliarse con Breton.
Algo, o mucho, de carisma debía tener dicho poeta para desencadenar tales pasiones. Pero Matta mentía mucho o, si se prefiere, inventaba continuamente con gracia y bastante imaginación. Sobre esa amistad, que duró años –hasta que su última esposa logró reducir el círculo de sus amigos “inútiles”–, recuerdo muchas anécdotas, pero me limitaré por ahora a contar un par de ellas.
En 1963 o 64, habiendo recibido un premio de la ciudad de Génova, municipio comunista entonces, quiso entregarlo a algo o a alguien relacionado con la lucha antifranquista. “Pero, me dijo, no a secretaría, teléfonos, locales, cosas del aparato, ¿ves? A personas que luchan y lo necesitan.” Yo estaba entonces en el FLP, e intenté convencerle, en vano, de que nos diera esa dinero. Pero lo dio, a través de Federico Sánchez, al PCE, para que se lo entregaran a familias de artistas comunistas encarcelados. Entre los presos, recuerdo el nombre de Agustín Ibarrola. Semanas más tarde, le pregunté irónicamente al que se hace llamar Sánchez si habían entregado dicho dinero a Ibarrola. Me contestó: “¡Claro que no! Lo hemos utilizado para cosas más importantes que limosnas a presos. Además, ¿qué podrían hacer con ese dinero en la cárcel?”
En agosto de 1968, los Matta, o sea, él y su entonces esposa, Malite, nos invitaron a su casa de Panarea, isla diminuta en la que se rodaron las primeras escenas de La Aventura, la magnífica película de Antonnioni. Una mañana, estábamos bañándonos, cuando llega Matta, corriendo, sofocado, y gritando: “¡Carlos! ¡Carlos! ¡Las tropas soviéticas han ocupado Praga!” Le respondí: “¡Esos hijos de puta! Pero no me extraña, ni siquiera pueden tolerar el vodevil de la Primavera de Parga.” Estuvimos discutiendo un rato, él se mostraba angustiado, tropas socialistas contra un país socialista. Yo, curado en salud desde hacía tiempo y en la mente siempre lo de Hungría en 1956, me mostré mucho más realista. Esa misma tarde, en la terraza dedicada a los aperitivos, desde donde se veía perfectamente Stromboli, me llamó aparte y me declaró muy serio: “Carlos, he estado reflexionando todo el día y he llegado a la conclusión de que si las tropas soviéticas han intervenido en Checoeslovaquia es porque Moscú sabía que el imperialismo yanqui iba a intervenir. Les han cortado el paso. De otra manera no se explica.”
Es sólo una pequeña muestra de que se puede ser buen pintor, buen poeta, buen filósofo y totalmente imbécil en política. Por cierto, se me olvidaba: todos han muerto. El último, por ahora, Matta, se había inventado una fecha de nacimiento porque la consideraba bonita: el 11 del 11 del 11. En realidad, nació un poco antes, pero, ¿qué más da?

Breton y Matta
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