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Alberto Míguez

Una página en blanco

Las relaciones hispano-marroquíes parece que toman un nuevo rumbo. Insisto en “parece” porque, dados los antecedentes y la errática trayectoria del rey Mohamed VI y sus colaboradores, nunca se sabe. La experiencia ha convertido a los observadores más optimistas en curtidos pesimistas. En un régimen con las características del marroquí es imposible prever nada, y mucho menos en lo que se refiere a las relaciones con España.

Volverán los embajadores. Eso, aparentemente, es algo positivo. Repito, también, “aparentemente”, dadas las dificultades existentes para conocer con exactitud cuáles son los designios y objetivos del régimen cherifiano.

La ministra Palacio dio a entender ayer que ahora empieza todo, que las relaciones son una nueva página en blanco. No es así: en diplomacia es imposible empezar ex novo. El nunc coepio (ahora empiezo) es una solemne estupidez.

Entre España y Marruecos hay muchas cosas que aclarar, analizar y resolver. Pero, cuidado, no caigamos en el angelismo irrelevante ni en la ingenuidad angelical. Lo pasado, pasado, pero el recuerdo de Perejil, los improperios del ministro Benaissa y sus amigos contra Aznar, el rey, el pueblo español y los medios de comunicación, ahí quedan. Con la vuelta del embajador no se borra la memoria ni el agravio, máxime cuando han ido tan lejos. Evítese, pues, la exaltación verbenera, las declaraciones tonantes, el gran teatro del pequeño mundo diplomático, el cambalache y el compadreo.

La pregunta es: ¿qué está dispuesto el gobierno español a pagar como prenda por este regreso? Lo veremos pronto, si hay algo que ver.

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