Existe una palabra de uso común entre los desarrolladores de sitios web: usabilidad. Es un término que podría definirse tanto como simple facilidad de uso como por algo más amplio como el nivel de cercanía entre el producto y el objetivo con el que se creó.
Hace unos meses estaba en la estación de tren de Majadahonda, cuyos andenes están a la intemperie, expuestos a los elementos. Sus usuarios también, claro. Recientemente habían incorporado unas nuevas marquesinas con el objeto de lograr que sus usuarios padecieran lo menos posible las inclemencias del tiempo. Unas marquesinas muy bonitas que, entre otras cosas, tienen unas paredes de cristal que, enganchadas con el suelo y el techo por medio de unas pinzas metálicas, dejan unos centímetros de hueco que aprovecha la lluvia para infiltrarse. Una construcción más atractiva de lo habitual, pero con el problema de que tanto los asientos como los usuarios se mojan cuando llueve. No son, por tanto, unas marquesinas usables.
Un sitio web puede ser una delicia para los ojos de su diseñador e incluso de sus usuarios, pero si no cumple adecuadamente su función no sirve de nada. Aunque buena parte de los requisitos de usabilidad dependen del objetivo marcado para ella, existe un buen número de consejos aplicables para casi todas las páginas web. Se debe pensar en quienes no tienen grandes conexiones y procurar no recargar con demasiados gráficos sus páginas. Se deben poner títulos significativos. Su navegación debe estar bien estructurada de modo que en ningún momento nos perdamos dentro del sitio. El contenido debe ocupar el mayor espacio posible dentro de la página, y no la navegación y la publicidad. Hay que dar facilidades técnicas a los buscadores para que puedan incorporar a sus bases de datos hasta la más recóndita de sus páginas. Y así podríamos seguir durante horas.
En definitiva, un buen montón de reglas cuyo incumplimiento deriva en un menor número de visitas y, en los casos más graves, una cierta sensación de estar visitando un sitio web creado por novatos poco cuidadosos.
Daniel Rodríguez Herrera es editor de Programación en castellano.
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