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Daniel Rodríguez Herrera

y 3. Barrera legal sobre Windows

Existe un programa que funciona bajo sistemas Unix llamado Wine, que emula el comportamiento de Windows y es el mejor en su género. Es el usado por Lindows para intentar convencer a sus clientes que su sistema operativo puede ejecutar tanto programas Windows como Linux. Es un proyecto iniciado en 1993, desarrollado empleando tanto el método de “caja negra” como el uso de las especificaciones publicadas, y sus resultados son, cuando menos, discutibles. Se pueden ejecutar muchos programas en él, pero presenta grandes dificultades con algunos, especialmente con los de Microsoft, como el Access o el Internet Explorer.

El caso de Microsoft no es un caso de demanda inelástica, especialmente porque la piratería hace realmente arduo estudiar la demanda de Windows. Son los consumidores los que deciden qué bienes son homogéneos y forman un mercado. En el campo empresarial hay una competencia dura porque los consumidores consideran a los sistemas operativos como un mercado en el que Windows no es más que uno de los participantes. En el ámbito doméstico, en cambio, sólo existe el “mercado Windows”, al que no pueden acceder sus competidores porque no pueden realizar Windows alternativos. Y no pueden hacerlo porque la herramienta para lograrlo está prohibida.

No obstante, tampoco es un caso de monopolio clásico de concesión gubernamental, pues las leyes sobre ingeniería inversa atañen a todos los creadores de software. Es evidente que ha beneficiado más a unas empresas que a otras, pero dado que no hay voces que clamen por su abolición, las quejas del resto de la industria parecen infundadas. Tampoco parece que la compañía de Redmond haya presionado a favor de dichas leyes. De modo que sólo cabe concluir en la responsabilidad de los gobiernos occidentales. Claro que ellos no se van a imponer sanciones a sí mismos, claro.

Sin embargo, sí es cierto que la actuación de Microsoft como lobby puede ser un intento de obtener ventajas legales que le permitan perpetuarse sin necesidad de satisfacer a sus consumidores. Ésta se ha centrado en la persecución del software libre, y en procurar que no se acepten estas licencias en la administración pública. Dado que sus mayores competidores emplean este tipo de aplicaciones, no parece que sus intentos tengan otro objetivo que mantenerse legalmente apartado de la competencia. Y eso sí que debería ser punible.

Daniel Rodríguez Herrera es editor de Programación en castellano.


Lea los artículos anteriores de esta serie:
1. No es suficiente con tener éxito
2. Ingeniería inversa

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