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Andrés Freire

¿Qué estará pensando Bush padre?

En plenas conversaciones entre Barak y Arafat en Camp David, los israelíes mandaron a un emisario para buscar el apoyo de la comunidad judía americana al proceso de paz. Entre otros, el enviado Yoshi Alpher se entrevistó con Richard Perle, quien es hoy el más influyente de los consejeros del Pentágono. El suyo era un apoyo clave, por su doble condición de asesor del entonces candidato George Bush y de persona estrechamente vinculada al partido Likud de Israel (asesor estratégico de Netanyahu, lobbysta de la industria aeronáutica de Israel, miembro del Consejo de dirección del Jerusalem Post). Encontró en él a un interlocutor hostil, que apenas le quiso escuchar. Perle se limitó a advertirle que ni se les ocurriera dejar que Arafat pusiera el pie en Jerusalén. Si así fuera, haría que George Bush denunciara los acuerdos.

El (des)encuentro fue filtrado a la prensa y George Bush tuvo que salir al paso apoyando el plan de paz y desautorizando a Perle. Prevalecieron consideraciones electorales y las presiones que le llegaron por otros conductos. Los de su padre, reconocido defensor de los jeques árabes en Estados Unidos, quien en sus tiempos de presidente había mantenido un enfrentamiento brutal con los neoconservadores de Perle por obligar a Isaac Shamir a que acudiera a la conferencia de paz de Madrid. También estaba junto a él el ex secretario de Estado James Baker, quien en aquella polémica había aconsejado a Bush Sr. que “Fuck the Jews, a fin de cuentas nunca nos votan”. Y el gran amigo de la familia Bush, Bandar ben Sultan, eterno embajador saudita en Washington. Su apodo en Tejas, Bandar ben Bush.

Así pues, dos facciones de irreconciliables enemigos, neoconservadores frente a arabistas, se disputaban el control de la política de Oriente Medio. Los árabes eran los favoritos. A fin de cuentas, sus petrodólares habían salvado más de una vez el pellejo del mediocre hombre de negocios George Bush jr. Hoy sabemos que a los pocos meses de su presidencia, Bush recibió un ultimátum por parte del Príncipe saudita Abdullah: o controlaba a Ariel Sharon o que olvidara la relación privilegiada entre americanos y sauditas. Bush reaccionó preparándose para anunciar unilateralmente el reconocimiento del estado palestino.

En esto llegó el 11-S que, como se suele decir, lo cambió todo. Y la presidencia Bush se ha deslizado desde entonces hacia la política predicaba por Richard Perle, gracias al patrocinio de un Dick Cheney acaso convencido de que en el Oriente Medio la única estrategia posible es la que predica el partido Likud de Sharon.. Un gesto hace unos meses, que pasó inadvertido entre la prensa pero que causó consternación en las cancillerías árabes, lo anunciaba. En el Consejo Nacional de Seguridad, la cartera de Oriente Medio cambió de manos. Zalmay Khalilzad, un pastún afgano con simpatías propalestinas, fue sustituido por Elliot Abrams, apasionado proisraelita que se ha manifestado reiteradamente en contra de las negociaciones con los palestinos.

El reciente discurso de George Bush sobre Oriente Medio en el American Enterprise Institute culmina el giro americano hacia la doctrina Sharon: derrocamiento de Hussein, irrelevancia de Arafat, presión democratizadora sobre Siria e Irán, aplazamiento ad calendas graecas del estado palestino, permiso implícito para expandir los asentamientos judíos... En Washington se preguntan qué estará pensando Bush padre, y qué les estará explicando a sus amigos árabes.

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