Todavía conservo los taponcillos para los oídos que tan amigablemente nos entregó una azafata de ICI, la empresa química que nos invitó al primer Gran Premio de Jerez de Fórmula Uno. No comprendí muy bien a santo de qué tendría yo -un jóven sano y acostumbrado a los decibelios de la disco- que utilizar aquellos taponcillos hasta que dio inicio la carrera. Luego de las primeras cinco vueltas mis tímpanos sacaron bandera blanca y busqué afanosamente los famosos taponcillos en los bolsillos de mis pantalones. También recuerdo el intenso olor a gasolina, un olor violento y hondo que casi te impedía respirar con normalidad. De aquella carrera -y de la lección magistral acerca del circuito que tuvo a bien ofrecernos el sueco Keke Rosberg, un piloto falsamente acusado de suicida- saqué la conclusión de que aquel era otro mundo, un planeta al que nos costaría mucho acceder a los españoles.
Tendría yo, ¿cuántos?, veinte años quizá en aquella carrera, lo que quiere decir que Fernando Alonso no había nacido todavía. El piloto asturiano acaba de conquistar la primera plaza en la parilla de salida del Gran Premio de Malasia que se correrá este domingo, lo cual supone una noticia doblemente satisfactoria. Es el primer español en lograrlo, y también el piloto más jóven de toda la historia en conseguirlo. Y a Fernando le vuelve loco precisamente ese vivo olor a gasolina que tanto me llamó a mi la atención y que aún conservo fresco en mis recuerdos.
Todo el mundo habla de Alonso como de un futuro campeón de la Fórmula Uno. Lleva dieciocho años pegado a un volante y sólo tiene veintiuno. Su pole position, independientemente de lo que luego ocurra durante la carrera, sabe a gesta grande, las mismas que protagonizaran Manolo Santana, Severiano Ballesteros, Miguel Induráin o Pau Gasol, todos ellos "astronautas deportivos" lanzados en un momento determinado a planetas inexplorados y aparentemente inaccesibles para los españoles. Luego se demostró que no era para tanto.
La fotografía de Fernando Alonso -con el todopoderoso Michael Schumacher a su izquierda esperando a que el español abriera el fuego de la rueda de prensa- vale dinero, mucho dinero. Un chico de Oviedo que reside en Oxford fue más rápido que el mejor piloto de toda la historia. Un español echó pie a tierra, por fin, en el desconocido planeta de la Fórmula Uno. Por este chaval (y por aquella bonita azafata) volvería a ponerme de nuevo aquellos taponcillos.

En el planeta de la Fórmula Uno
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