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Germán Yanke

Tres jueces atrabiliarios

Tengo en la memoria la imagen de Manuel María Zorrilla recibiendo una placa del presidente del Parlamento Vasco, Juan María Atutxa, como homenaje al magistrado Lidón, asesinado por ETA. Y me viene el recuerdo de un juez asesinado por los terroristas de la banda nacionalista no por la ideología de Lidón, sino por el concepto de libertad y orden público que al parecer tienen sus tres colegas de la Sala del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco que han autorizado, incluso en contra de la consejería de Interior del Gobierno vasco, la manifestación de Batasuna-ETA de este domingo en San Sebastián.

Los que mataron a Lidón (los que lo hicieron directamente, quienes les apoyaron y jalearon, sus socios necesarios, etc.) pueden, a pesar de que su organización ha sido declarada ilegal por el Tribunal Supremo, organizar una manifestación “legal” con el mero subterfugio de utilizar un testaferro. La consejería del Gobierno vasco no tuvo dudas sobre esta burda maniobra y, quizá sin ganas, quizá para evitarse el bochorno, la prohibió. Los tres colegas de Lidón, en vez de impedir que las organizaciones criminales ilegales puedan actuar con testaferros, dicen que ese es su concepto de la libertad de manifestación.

Estos tres jueces decían no creer que hubiera peligro para el mantenimiento del orden público. Al parece, el “orden público” es que les dejen a ellos en paz, o les jaleen, los que mataron a Lidón y los que apoyan a sus asesinos. Como no podía ser de otro modo, la manifestación se convirtió en un cúmulo de delitos en medio de la algarabía de los líderes de la ilegal Batasuna.

Todo muy instructivo. El magistrado López es un carca que se va a jubilar y cuya extravagancia provinciana era contar que, en vacaciones, cogía el coche sin rumbo fijo. El magistrado Díaz de Rábago piensa que ser progresista es ser nacionalista y predica en el diario del PNV su teoría de que hay que proteger al delincuente nacionalista porque el ciudadano no nacionalista es inmovilista. Y el magistrado Zorrilla ha sido siempre un zascandil que gustaba de juegos malabares en su juzgado de Trabajo (luego los utilizó cuando tuvo que vérselas con otro juzgado) y maniobraba en la Universidad de Deusto con el peneuvista Olabarria. Lo que quiero decir es que el patetismo viene de antiguo y que la desvergüenza y el miedo no tienen ideología. La protección del nacionalismo sí, claro.

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