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Alberto Míguez

Falta Chirac

En todas partes cuecen habas y Francia no podía ser una excepción. Hace unas horas comenzó en Paris un juicio por corrupción, financiación fraudulenta y prevaricación en la que la cabeza visible es nada menos que Alain Juppé, secretario general de la UMP (Unión para la Mayoría Presidencial, el partido de Chirac) tras haberlo sido del RPR, predecesor del primero.

Juppé, actual alcalde de Burdeos y eventual candidato a la presidencia –si Chirac no vuelve a presentarse, algo que está por ver– era hace una década el encargado de las finanzas de la alcaldía de Paris, cuyo alcalde era... Chirac. Cosas de amiguetes.

La alcaldía pagaba entonces un sueldo muy jugoso a siete personas mientras tabajaban como “permanentes” en el RPR. Juppé asegura que no lo sabía o hacía que no lo sabía, aunque era público y notorio. También era público y notorio que otras veinte personas (telefonistas, secretarias, conserjes, mensajeros, etc) que trabajaban en el RPR estaban en nómina de otras tantas empresas privadas que consentían tal gesto para estar bien situadas en los golosos concursos convocados por la alcaldía. Algunos de estos empresarios se sentarán también en el banquillo pero arriesgan poco.

Cuando se descubrió el pastel, se pidió a la entonces tesorera del RPR Louise Casetta que se comiera el marrón y pagara por Juppé, por Robert Gelley y... Chirac. Esta señora se ha negado y advierte que no tendrá pelos en la lengua cuando se trate de descubrir las golferías de sus superiores.

Juppé, que se juega la inhabilitación política y cinco años de cárcel, ya advirtió que era “responsable pero no culpable”. Por de pronto ha logrado no comparecer a lo largo de todo el juicio ni que los fotógrafos y cámaras de televisión lo eternicen sentado en el banquillo. Para sus ambiciones sería una imagen fatal.
Quien desde luego no se sentará en el banquillo junto con las secretarias, mensajeros, empresarios y empleados municipales es el señor presidente de la República, Jacques Chirac, que, en previsión de estas comparecencias ha logrado lo que en Francia se llama púdicamente “inmunidad constitucional”, es decir, que el presidente de la República no podrá ser juzgado mientras lo sea, aunque haya cometido todo tipo de delitos antes de serlo. Muy cómodo y muy ético procedimiento, porque al final todo cuanto Juppé y sus colaboradores han hecho en la Alcaldía de París fue con el conocimiento previo y la autorización del señor Alcalde, ahora señor Presidente de la República.

Toda esta historia desprende un olor nauseabundo que la opinión pública debe respirar entre el escepticismo y la indignación porque la mayoría de los franceses saben, como los españoles, que hay ciertos personajes que hagan lo que hagan nunca van a la cárcel. En Francia se llaman Chirac o Juppé; en España, los Albertos. Por cierto, toda esta historia de los empleos ficticios de la Alcaldía de Paris ¿no les recuerda la historia de un señor cuya seguridad social la pagaba una empresa de copistería mientras él dirigía con tino los destinos del partido del gobierno en Madrid? Seguro que sí.

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