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Guillermo Rodríguez

La escoria de Internet

Ya he expresado la idea en más de una ocasión: a Internet se la mide con un rasero diferente respecto a otros medios de comunicación. Más aún: lo que perdonamos, consentimos o asumimos en el mundo real, no lo permitimos en Internet. Parece como si molestara que la Red se hubiera propagado a una velocidad vertiginosa en los usos y costumbres de la población desarrollada.
 
Existen ejemplos a mansalva de lo que se quiere decir.
 
Por ejemplo, en cuestiones relativas al comercio electrónico. Conozco a bastantes, tal vez demasiadas personas, que han comprado en la Red tan sólo una vez. Aducen que el libro, disco o DVD que solicitaron (porque esa es otra, siempre son los mismos artículos, como si no pudieran comprarse cientos de cosas más) les llegó tarde. Y amigo mío, eso no se perdona en el mundo Internet, pero sí en el de andar por casa. ¿O acaso no nos ha pasado a todos que al comprar un artículo en una tienda de ladrillo nos han explicado que hasta la semana siguiente no estaría disponible? ¿Acaso no nos ha pasado a todos que cuando regresamos nos conminan a que volvamos siete días más tarde porque se han “producido retrasos en la recepción del producto”? ¿Acaso no hemos regresado y, esa vez sí, hemos adquirido nuestro deseado disco, vídeo o libro sin rechistar? Lo habitual, además de acatar la demora, es que regresemos a esa tienda. Porque está en el mundo off line. Si es en Internet se da un portazo y no sólo es que te niegues a visitar la tienda, es que no vuelves a comprar on line. Es injusto.
 
Segundo ejemplo: el spam es tan odioso que existen pocas personas que no compartan esta opinión. Ahora bien… ¿somos justos? No demasiado. Yo tampoco he consentido jamás que me manden publicidad de pizzerías, video-clubs o centros de masaje y ahí están, atestando mi buzón de correo físico. Por supuesto jamás he puesto el grito en el cielo por ello. Con el spam sí. Mea culpa también.
 
Otro ejemplo: de forma sutil, numerosos medios de comunicación, por no decir todos, están haciendo calar la idea de que Internet es un reducto perfecto para: a) solitarios b) pederastas c) timadores d) diletantes e) piratas f) linuxeros y sus locos cacharros g) gente desaseada que no se separa del teclado h) violentos encubiertos i) corruptores y corrompidos j) ludópatas k) viciosos del sexo o l) adictos a los videojuegos… y conste que podría acabar con el abecedario sin demasiado esfuerzo.
 
Existe un placer no sé hasta qué punto morboso por vender lo peor de Internet. Sólo hace falta encender la televisión y escuchar las noticias. Cuando una niña no se ha escapado con un hombre madurito porque le conoció en Internet, es que se han robado datos de la mayor sucursal bancaria del mundo que ponen en peligro los ahorros de miles de clientes. O si no es que una gran compañía cierra un chat porque se ha convertido en refugio de pervertidos. O si no, que se ha descubierto una red de pederastas que actuaban en Internet. Y si en alguna ocasión aparece algo relacionado con la Red en la sección de economía es para recordar por enésima vez el batacazo de Terra en Bolsa, el reventón de la burbuja puntocom o la crisis de la industria musical provocada por la piratería… ergo por Internet.
 
Uno es tozudo y se niega a perder la esperanza. Cree, confía y desea que la tendencia cambie a mejor. O, por lo menos, se conforma con que se deje de anatemizar a Internet. Tampoco es pedir demasiado.

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