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Los dirigentes de ERC, IU, BNG y otros grupos acaban de pedir la creación en el Congreso de una comisión no permanente para la recuperación de la "memoria histórica" y el reconocimiento de las víctimas de la guerra y la dictadura franquista. Bien. Pasemos por alto, de momento, el revoltijo de "memoria" e "historia" que se ha cocinado últimamente. Obviemos también que han pasado sesenta y cinco años desde el final de la guerra y veintisiete desde el fin de la dictadura. La intención declarada de los arriba firmantes es que, a través de esa comisión, hagamos una "catarsis" que nos permita superar aquel pasado, y apreciemos más la democracia. ¿Nunca es tarde para tumbarse en el diván? Hagámoslo, pues.
 
Los partidos que ya existían entre el 31 y el 39 tendrán la oportunidad de explicarnos algunos de sus actos de entonces, que todavía no acabamos de comprender. Como el golpe de estado de la Generalitat, instigado por Esquerra, contra el gobierno de la República en 1934 (aprovechando el golpe organizado en el resto de España por el PSOE). Los de ERC pueden intentar convencernos de que ahora aprecian más la democracia que entonces. A releer: el inolvidable relato que hizo Gaziel de aquellas horas de sublevación, y a rememorar su no muy digno final: huída por la puerta trasera y abandono de armas en las alcantarillas, de donde las recogían con amoroso celo los cenetistas. Un episodio ejemplar.
 
El PSOE, el PCE, el PNV, exactamente igual. Pública revisión de su propia historia. La catarsis empieza por uno mismo. Todos ellos mostraron, en más de una ocasión durante aquellos años, desprecio absoluto por la democracia y por la vida humana. ¿Tanto, menos o más que el bando franquista? Ese juicio lo haremos al final, una vez que se haya desplegado en todo su esplendor el catálogo de barbaridades de ambos bandos.
 
Porque tendrá que hablarse de todos los crímenes. En asuntos como éste, una parte de la verdad no es una parte de la verdad: es una mentira. Habrá que oír, junto a la historia del inocente paseado por los fascistas, la del inocente fusilado por estudiar en un colegio de curas. Junto a la del encarcelado por sospechoso de ser republicano, la del señor que escribía recientemente a un periódico recordando que había sido detenido y condenado a muerte por… llevar corbata.
 
Los de ERC y sus socios en la catarsis sabrán que hubo anarquistas asesinados por comunistas, y soldados del ejército republicano liquidados en el frente, aunque por la espalda, porque no simpatizaban con los comisarios soviéticos. Lo sabrán y estarán preparados para decirlo y oírlo todo. ¿O van a dejar a esas víctimas en el olvido?
La memoria permite seleccionar. Suprimir lo inconveniente. Esa capacidad, en no pocos casos, le permite seguir adelante al ser humano. Es más, pocas colectividades y naciones hubieran subsistido sin el olvido de crímenes y agravios. La memoria es una piel que cubre aquí y allá los hechos descarnados, que son los que investiga la historia. Si ERC y sus amigos quieren remover con el cazo de la propaganda política los sucesos del pasado, deberían medir antes sus pasos. No vayan a resbalar, por ejemplo, en la piel de un Andreu Nin: el hecho desollado.

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