Ruido, mucho ruido, olvido, trabajo de desmemoria, y silencio mediocre, casi de conspiración con el poder, son las notas dominantes de unos medios de comunicación que se muestran incapaces de denunciar uno de los peligros más graves que corre nuestra democracia, a saber, su ruina por una aritmética parlamentaria que ha abandonado el primer objetivo de la democracia: el desarrollo de España como nación. Sin una nación fuerte, hoy, más que en el pasado, España no será nada en el mundo y su escaso peso en la UE pronto lo perderá. Las fuerzas dominantes del parlamento español, sin embargo, tiende a empequeñecer la nación a través de la construcción de una España asimétrica, es decir, donde los ciudadanos de unas comunidades tenga más derechos y privilegios que los de otra por el hecho de tener ciertas peculiaridades étnicas o lingüísticas. Éste es el gran engaño, la falsa creencia, que hay detrás de la deseada reforma de la Constitución o "debate" sobre el "modelo territorial".
El peligro es obvio, pero los medios de comunicación, y éste es el otro gran problema político de la nación española, parecen ajenos al atropello. Nadie quiere cuestionar a los agentes políticos e intelectuales que han contribuido a exaltar esas peculiaridades regionales que son las bases para tener derecho a constituir "Estados". Quienes han conspirado a la desnacionalización de España, del Estado democrático, son los que están hoy en el poder con el acompañamiento acrítico, seguramente, de unos medios de comunicación tan descerebrados como dependientes de las lógicas del poder. Éste es el hecho relevante, el acontecimiento, que no están dispuestos a analizar por miedo, o por no ser acusados de traición por los perpetradores del antiespañolismo, la mayoría de los llamados analistas políticos de nuestros correctos medios de comunicación. Desde esta circunstancia, si quieren a partir de este "hecho", que puede expresarse como una coalición entre nacionalistas y socialistas, entre partidarios de Maragall y de Carod Rovira, entre los socialistas de Zapatero y los nacionalistas de Maragall, hay que analizar todas (sic) las actuaciones políticas.