Desde la llegada del PSOE al Poder por accidente, es decir, sobre doscientos muertos aviesamente manipulados, anunciamos aquí que el PP iniciaba una época muy difícil en la que el peor fantasma sería el del liderazgo del sucesor elegido por José María Aznar. Poco tardó Gallardón en demostrar la veracidad del aserto, aunque, afortunadamente, aún tardó menos el partido en mandarlo a freír espárragos. Pero como era seguro que el PSOE iba a meternos en líos dados sus socios de Gobierno, esas tensiones habían de trasladarse inevitablemente al PP, y, previendo esa circunstancia, dijimos también que en Libertad Digital y en los medios de comunicación donde tenemos presencia los liberales, seríamos leales con el liderazgo de Rajoy siempre que él mantuviera los principios básicos del PP: la defensa de España y de la civilización occidental, la igualdad de los ciudadanos ante la ley y la economía de mercado.
¿Por qué aquella temprana insistencia? Porque hemos vivido la tentación de hacer y quitar líderes desde los medios identificados con la derecha política, y porque conocemos la larga y amarga experiencia que, por ceder a esa tentación, pasó la derecha sociológica bajo el felipismo, tras la ruina ucedea y hasta la dificilísima consolidación de Aznar. Por ello mismo dijimos que renunciábamos por anticipado a jugar a aprendices de brujo y creadores de presidentes. Uno de los activos esenciales de la derecha española es la unidad en torno al PP y estamos dispuestos a defenderla, salvo catástrofe ideológica o política que, afortunadamente, no se ha producido.

