Después de dos meses de silencio, la periodista de Libération Florence Aubenas, secuestrada en Irak, apareció el martes en un vídeo, que ni las autoridades, ni los medios, ni Serge July, director del diario, quisieron difundir. Sólo vimos, en imagen fija, a la periodista, demacrada, aterrorizada, extremadamente delgada, muy cambiada en comparación con las fotos de antes; guapa y sonriente. Lo único que se nos dice de su mensaje censurado es que suplica para que se haga lo antes posible su liberación, pero, ¿cómo?
No sabemos lo que exigen sus secuestradores, probablemente dinero, pero no se nos dice nada. Lo que más ha extrañado aquí, es su petición para que Didier Julià se encargue personalmente de las negociaciones. Tal vez recuerden que este diputado UMP montó un mediático tinglado en torno a su plan para la liberación de los otros dos periodistas franceses, Chesnot y Malbrunot, entonces también secuestrados, tinglado que según se dice aquí fue una maniobra de los servicios secretos sirios y cuyo único resultado –en la versión oficial– fue retrasar la liberación de dichos periodistas, que tuvo lugar, pero más tarde y gracias a millonarios rescates. Oficialmente, tampoco se confirma. Didier Julià presume de su amistad, desde hace cuarenta años, con los nacionalsocialistas sirios e iraquíes, y particularmente con sus servicios secretos. Hace cuarenta años y hasta la caída del Muro de Berlín, ambos países, ambas tiranías, pertenecían a la zona de influencia soviética en la región, lo cual no planteaba ningún conflicto ideológico a los gaullistas –ni al propio general– que tantas veces jugaron la baza soviética, contra los EEUU. De eso no se habla, ni siquiera de la monstruosidad de estos secuestros, que tantas veces concluyen en decapitaciones. Se habla del “caso Aubenas”, como si se tratara de una gravísima enfermedad y se buscara vacuna eficaz. Repugnante cobardía. Si siguen así, pagando rescates y sonriendo a los terroristas, el secuestro de periodistas franceses va a convertirse en un negocio redondo en Irak.
