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Juan Carlos Girauta

El Régimen

La verdad es que eran una casta que impuso su voluntad durante casi un cuarto de siglo y que todavía no ha despertado de su sueño impune. Allí donde había un negocio importante a la vista, era para ellos. Por definición.

Artur Mas podía haber capitalizado la contribución de CiU a la gobernabilidad con UCD, con el PSOE, con el PP. Pero al apoyar el plan Ibarretxe optó por dilapidar su patrimonio histórico, confirmando que su prudencia no iba a sobrevivir a su poder. Claro que, a cambio de sus votos, CiU había obtenido del PP un cheque en blanco para mantener su régimen en Cataluña. Cheque que se mantuvo con la mayoría absoluta de Aznar. Las ofertas populares a CiU para que entrara en el gobierno de España sugieren que los jefes del PP nunca han querido ver de frente lo que el nacionalismo “moderado” era realmente.
 
La verdad es que eran una casta que impuso su voluntad durante casi un cuarto de siglo y que todavía no ha despertado de su sueño impune. Allí donde había un negocio importante a la vista, era para ellos. Por definición. Si un buen capital extranjero entraba en Cataluña, ellos debían tutelarlo. Si el capital salía, si se deslocalizaba alguna industria, ellos se reservaban el diseño de la operación y el “asesoramiento”. En cuanto a la obra pública, Maragall ha sido bastante claro, a pesar del suflé y de la vaselina. El pujolismo ha dejado una sensación de enchufismo generalizado, de sectarismo, de mafias familiares, de ley del silencio. Y de arrogancia.
 
Hasta ahora nunca han tenido que rendir cuentas de ningún abuso porque atacarlos a ellos equivalía a atacar a Cataluña, tic maldito que, a la vista está, todavía aqueja a Pujol, el líder que empezó su carrera comprando un banquito desde el que poder estirar –como decimos en catalán- más el brazo que la manga. Había que financiar a mucha gente y a muchas entidades, desde el histórico PSAN -el independentista Partit Socialista d’Alliberament Nacional- hasta unos cuantos socialistas que vendieron su alma.
 
Postergaron una de las lenguas de todos los catalanes, falsificaron la historia en los libros de texto, practicaron un victimismo estomagante que nos llevó al hartazgo y que dañó nuestra imagen en España. Liquidaron los lazos afectivos de las nuevas generaciones con una patria a la que negaron hasta el nombre. Protagonizaron la más infame manipulación informativa a través de los medios públicos de la Corporació Catalana de Ràdio i Televisió y sometieron a los medios privados a la correa de la subvención encubierta.
 

Se lo llevaron crudo manejando los fondos que llegaban de Europa para formar parados, cobrando cursos de Formación Ocupacional que jamás se impartieron. Siempre con la mayor arrogancia, siempre seguros de su impunidad. Al que se atrevía a toserles lo trituraban, fuera periodista, abogado o empresario. Sea por conjurar la crisis del Carmel, sea por cualquier otro motivo, Maragall, entre disimulos, les ha preparado un juicio indirecto pero sumarísimo. Es la catarsis catalana. Un año después de perder el poder van a perder la autoridad. Nada es eterno.

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