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Juan Carlos Girauta

El cóctel y sus efectos

Los gobiernos populares contribuyeron a este cuadro a causa de su imperdonable desconocimiento del valor y funcionamiento de los mecanismos de la comunicación en las sociedades contemporáneas

El gobierno de ZP está a punto de tragar con nueve mil millones de euros anuales de desagravio para asegurarse la legislatura y casarse por lo financiero con la formación separatista ERC. Demasiados euros para que un gobierno, cualesquiera que sean su signo y circunstancias, no estudie con lupa un concepto tan escurridizo como el déficit fiscal. Y más tratándose de tema tan abstruso y tan poco pacífico. Alberto Recarte ha ofrecido sólidos argumentos en contra de esa forma de territorialización, pero sospecho que ningún argumento va a convencer a los inoculados con ese nuevo sentimiento de agravio.
 
El gobierno de ZP se ha declarado partidario de importantes reformas que atañen al modelo territorial pero no termina de aclarar su posición respecto a la filosofía y objetivos de dichas reformas. Prefiere poner a un catedrático jubilado a dar la cara. Y si el hombre disparata, peor para él.
 
El gobierno de ZP encabezó un movimiento contra la presencia de los aliados en Irak, desertando e invitando a los otros países a la misma traición. Apostó por un Kerry imaginario y progre mientras el Kerry de verdad eludía el favor. Cuando las tesis de Bush están triunfando y Oriente Medio se encamina hacia la deseada democratización, ellos siguen atascados en su discurso fallido, lo que no obsta para mendigarle fotos de oportunidad a aquellos desalmados.
 
Estos absurdos son sólo piezas de un todo asimismo inexplicable. El efecto narcotizante de un explosivo cóctel diseñado a partir de tres ingredientes:
 
Primero: un antiamericanismo insensato que, sin embargo, cuaja en el ambiente europeo de principios del siglo XXI, donde toda conciencia de responsabilidad sobre la propia seguridad ha desaparecido. Cuaja también en el magma español de un progresismo iletrado que se complace molestando a los Estados Unidos. Lo último ha sido alzarse como valedores de la tiranía cubana; lo penúltimo, patrocinar una estrategia contraterrorista global que choca frontalmente con el parámetro definitorio del gobierno Bush. En ambos menesteres ha metido ZP al Rey de España.
 
Segundo: la vuelta de las dos Españas, de un guerracivilismo de nuevo cuño que trabaja con homenajes a personajes siniestros, con exhumaciones selectivas, con un lenguaje que había muerto y con la sistemática falsificación de la historia. Nada de esto podría triunfar sin contar con el empobrecimiento cultural de la juventud.
 
Tercero: la consolidación de la hegemonía de un grupo de comunicación que controla desde el cine a los libros de texto y desde la principal cadena radiofónica hasta el mayor diario, pasando por la televisión de pago –pronto por la analógica–, por las editoriales, la crítica y la distribución de libros. Los gobiernos populares contribuyeron a este cuadro a causa de su imperdonable desconocimiento del valor y funcionamiento de los mecanismos de la comunicación en las sociedades contemporáneas.
 
Agitados los tres ingredientes, se nos viene sirviendo el cóctel en barra libre. De ahí todo.

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