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La voluntaria ceguera constitucionalista

Resulta sorprendente la reacción de no pocos medios de comunicación negándose a ver el avance experimentado por el nacionalismo tras las elecciones celebradas este domingo

Hay dos formas de enfrentarse a una realidad que nos desagrada: una, reconocerla como tal, con la esperanza de que ese desagrado provoque una reacción que nos ayude a seguir intentando cambiarla; otra forma, muy distinta, tratar de edulcorarla, de fingir incluso que nos gusta y que nos facilita la consecución de unos objetivos que en realidad, nunca fueron los nuestros. En la primera, esa situación indeseable sigue teniendo en nosotros un adversario; en la segunda, lo que pasa a tener es un cómplice o un aliado.
 
Resulta sorprendente la reacción de no pocos medios de comunicación negándose a ver el avance experimentado por el nacionalismo tras las elecciones celebradas este domingo. Titulares como “Fuerte retroceso del PNV acaba con el plan Ibarretxe”,  "El plan Ibarreche castiga al PNV" o “Ibarretxe pierde cuatro escaños y su plan soberanista queda condenado al fracaso", pasan, todos ellos, por soslayar el hecho de que, si algún cambio se ha producido en la cámara vasca, es que esta se ha radicalizado todavía más del lado nacionalista que ha alcanzado casi el 60 por ciento de los votos. 
 
No vamos a dar loa democrática a unos resultados que se apoyan en el exilio de doscientos mil vascos, en el asesinato de un millar de españoles, en votaciones ilegales con DNI fraudulentos, en la burla de la Ley de Partidos o en campañas electorales que requieren de escoltas hasta el mismo momento de ir a votar.
 
Pero los resultados son los que son. Y el hecho de que PP y PSOE ahora sumen un escaño más de los que ambas formaciones sumaban en 2001 -a pesar de representar ahora menos porcentaje de voto- no es más que un efecto de la ley D´hondt y un necio consuelo para no ver que los escaños perdidos por el PNV no han servido más que para fortalecer otra formación independentista como Aralar y para que los proetarras pasen de tener siete a nueve representantes. Eso, por no hablar de la devaluación cualitativa que, respecto a la defensa de los valores estatutarios y constitucionales, tienen ahora la representación de los socialistas vascos.
 
El tripartido puede, con el concurso de Aralar, seguir gobernando en minoría exactamente como hasta ahora. Deberíamos, pues, dejar al margen las cábalas sobre la formación del nuevo gobierno vasco, para concentrarnos en si el PSE va a unirse o no a los planes nacionalistas para acabar con el Estatuto de Guernica y con la continuidad de la nación española como base y fundamento de su Constitución. Son planes nacionalistas que cuentan con el respaldo estratégico de la organización terrorista ETA. Si los medios de comunicación proclaman que el Plan “Ibarretxe ha muerto”, lo que en realidad están haciendo es tratar de edulcorar el hecho de que sean los socialistas y no los nacionalistas los que van a ceder. De hecho, es el PSOE con Zapatero el que ha empezado a hacerlo desde mucho antes de estas elecciones.

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