Estamos todavía a principios del mes de mayo y las primeras señales de alarma han empezado a sonar. Según mediciones realizadas por el Instituto Nacional de Meteorología y confirmadas por cualquier aficionado a la pluviometría, este año hidrológico, que dio comienzo el pasado 1 de septiembre, es el más seco desde 1949. En los últimos meses ha llovido, en el conjunto del país, casi un 40% menos de lo que suele ser habitual durante el otoño y el invierno. En algunos meses, como en enero, la ausencia de lluvias ha sido prácticamente total. En el primer mes del año las precipitaciones fueron un 84% inferiores a las registradas en un año normal y el resto del invierno y lo que llevamos de primavera no ha sido mucho mejor.
El resultado final es que la reserva embalsada se encuentran bajo mínimos. Si bien cuencas como la del Duero o la del Ebro disponen aún de un generoso margen gracias al deshielo de un invierno pródigo en nieves, las cuencas del sediento sureste español se encuentran en un estado preocupante. Embalses como el del Cenajo, situado en el río Segura, albergaba la semana pasada tan sólo 89 hectómetros cúbicos cuando su capacidad es de 437. En la cuenca del Júcar, que vertebra toda la huerta valenciana y abastece a la tercera ciudad del país, las cosas no pintan mucho mejor. El embalse de Contreras, con una capacidad de 874 hectómetros cúbicos, almacena tan sólo 152. Y eso a mes y medio del cambio de estación y del pronunciado estiaje que nuestros ríos mediterráneos padecen durante el verano.
El Gobierno, tarde y valiéndose de su inseparable aparato de propaganda, ha anunciado un paquete de medidas para atajar en lo posible las consecuencias que se derivaran en breve de la sequía que ya tenemos encima. La ministra Narbona ha asegurado que, de ningún modo, la población sufrirá restricciones este verano. Esto, naturalmente, está por ver, especialmente en Valencia y Murcia donde, a sus casi seis millones de residentes, hay que sumarle una cantidad mayor de turistas españoles y extranjeros que eligen las costas levantinas para veranear. Lo que sí ha anticipado la titular de Medio Ambiente es el recorte inmediato a los regadíos en las cuencas donde el líquido elemento escasea. La agricultura, cuya subsistencia depende de tener o no tener agua con la que regar, va a ser la primera damnificada de los antojos de la meteorología y de las imprevisiones del Gobierno.

