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Juan Carlos Girauta

La dicotomía

a lo mejor es que en la mente de la progresía española se ha establecido una férrea dicotomía, y ya sólo contemplan dos categorías políticas: el PP por un lado y todo lo demás por otro

ZP ha felicitado a Fraga por su triunfo porque todavía no había hablado con Blanco, que tiene una exclusiva tremenda, con dos patas. Primera pata: los resultados del Fraga constituyen una “nueva derrota” del PP. Sabemos que Blanco maneja informaciones reservadas, no en balde es un conocido estratega requerido por gobiernos y think tanks de todo el mundo. Algo sabrá que desmiente el resultado que hasta ahora manejábamos: que Fraga ha ganado las elecciones gallegas con el 45 % de los votos, trece puntos por delante del partido de Blanco. Segunda pata: es “imposible” que el voto que falta por computar cambie el resultado. Prefiero no preguntarme cómo lo sabe.
 
También podría ser que Blanco se refiera a otra cosa, que considere que su partido y los separatistas de Pol Pot, digo del BNG, forman un mismo ente, más allá de electorales disimulos. Porque, con los datos que tenemos los que no somos Blanco –aunque seamos blanco de Blanco– sólo si los socialistas comparten su ser con el BNG pueden considerar a Fraga perdedor. Serían, en esta hipótesis, sangre de la sangre de ese partidillo que considera que el voto emigrante vale menos, o que no vale nada en absoluto; que ve “lamentable” que el voto de ultramar vaya a ir al PP provocando que “la voluntad de los gallegos sea alterada”. Es decir, para el BNG, el emigrante gallego no es un gallego de verdad, o no es un gallego de primera, o lo es exclusivamente si les vota a ellos. El PSOE podría estar compartiendo su esencia con un partido no democrático.
 
O a lo mejor es que en la mente de la progresía española se ha establecido una férrea dicotomía, y ya sólo contemplan dos categorías políticas: el PP por un lado y todo lo demás por otro. En Galicia, en el País Vasco, en Cataluña y en España toda. Sin importar la ralea de los que engrosan el segundo grupo, su credo totalitario, su explícita voluntad de romper España y su comprensión –y aun apoyo estratégico– del terrorismo. Y cuando digo progresía estoy incluyendo a medios de comunicación que, siendo a menudo críticos con los socialistas, acusan la inoculación mortífera de la dicotomía: por un lado el PP, por el otro todo lo demás. Medios que, amén de no acertar en sus pronósticos al jubilar prematuramente a don Manuel, ni siquiera tiene los reflejos de cambiar el chip ante el voto gallego, empeñado en llevarles la contraria. Medios que consideran muy normal centrarse ahora en la sucesión del que acaba de ganar las elecciones. ¿Por qué no nos centramos en la sucesión de ZP? Fraga tendrá 82 años, pero es un flamante vencedor.
 
Si bien se mira, la dicotomía debería halagar al PP: revela el inconsciente respeto de la fragmentada y errática izquierda española, su reverencia, ante la formación a la que hostigan y calumnian, pero que saben más preparada y más honrada. La admiran, reunidos bajo el manto del resentimiento.

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