Los atentados de Londres, casi iguales, tanto en el fondo y en la forma como en sus objetivos, a los atentados del 11-M, han puesto muy nerviosos a los líderes y responsables del conglomerado Prisa-PSOE. Porque esta vez ni el Gobierno, ni siquiera el grupo Prisa, pueden ocultar o deformar algo evidente: que el pueblo, la clase política y los medios británicos, en circunstancias prácticamente idénticas a las del 11-M, no sólo no han acusado de imprevisión a Tony Blair ni le han culpado de los atentados, sino que han respaldado como un solo hombre su determinación de seguir combatiendo a los terroristas hasta vencerlos definitivamente. Y ha bastado que el líder de la oposición, Mariano Rajoy, pusiera de manifiesto ese agudo contraste para que el nerviosismo aflore en forma de violentos ataques.
Primero abrió la veda el consejero delegado de Prisa, Juan Luis Cebrián, en El País contra los líderes del PP, contra los miembros del anterior Gobierno y contra los escasos periodistas y medios de comunicación que Cebrián y su jefe, Polanco, todavía no controlan. El ilustre académico de la lengua, en un acceso de indisimulada ira, mojó su pluma en el pozo negro de la mentira para reeditar la cochambrosa amalgama de infamias y falsas acusaciones que hace ya tiempo fueron desmentidas incluso por la farsa en que los socialistas convirtieron la Comisión del 11-M. Una Comisión que el PSOE y sus aliados tuvieron que cerrar a martillazos recientemente, no fuera que, por descuido o por casualidad, la Comisión sirviera para que los españoles supiéramos toda la verdad sobre el 11-M. Especialmente la que atañe a la actuación de los socialistas durante esos terribles días.
Después fue María Teresa Fernández de la Vega quien, con un cinismo que haría enrojecer de vergüenza ajena al mismo Maquiavelo, acusó al líder popular de irresponsabilidad y de utilizar políticamente, con “voracidad”, los atentados de Londres. Lo dice ella, que se benefició del acoso y del asalto a las sedes del PP el día de reflexión de las elecciones del 14-M y que promovió y se benefició políticamente de los gritos “Aznar, culpable, eres el responsable”, o “esto nos pasa por un gobierno facha”, proferidos en manifestaciones donde ocupaba lugar de honor en la cabecera.
Y después le ha tocado el turno a José Blanco, que ha calificado de “repugnantes” las declaraciones de Rajoy para decir, a renglón seguido, que la diferencia entre Aznar y Blair es que el primero mintió y el segundo dijo la verdad. Pero quienes mintieron repugnantemente en realidad, y con motivaciones claramente políticas, fueron el Grupo Prisa, con el famoso terrorista suicida de la Ser, borrado para siempre de la fonoteca, y el PSOE, con Rubalcaba a la cabeza, cuando rizó el rizo de la infamia al acusar de mentir al Gobierno en la víspera de las elecciones del 14-M.
La bravura y la envidiable madurez del pueblo británico, liderado por Tony Blair, han puesto de manifiesto abruptamente que existen otras formas, mucho más dignas y eficaces, de luchar contra el terrorismo que la claudicación en forma de “alianza de civilizaciones” que proponen Juan Luis Cebrián y Zapatero. Ha bastado con que el único líder de Europa que merece realmente ese calificativo afirme que la única forma de luchar contra el terrorismo es combatir a los terroristas para que la fábula tejida por Prisa y el PSOE sobre la foto de las Azores y atentados del 11-M comience a hacer agua por todas partes. Para que la infamia de responsabilizar al gobierno del PP de los atentados del 11-M comience a tambalearse peligrosamente sobre el Gobierno socialista.
Los españoles, con la mirada puesta en la claudicación ante la ETA que Cebrián califica como “valeroso esfuerzo del Gobierno y del Parlamento a la hora de buscar una solución duradera a nuestro particular terrorismo doméstico”, y con la mirada puesta también en la derrota de la candidatura olímpica de Madrid —que no recibió ni un solo voto de EEUU ni de los países que apoyaron a Nueva York—, comienzan a preguntarse si el apaciguamiento y la claudicación garantizarán en el futuro la ausencia de atentados terroristas. Si sirven realmente para algo que no sea el aislamiento internacional de España o, lo que es aún más grave, para alentar nuevos atentados terroristas en España o fuera de nuestras fronteras, como el que han padecido los británicos.
El Gobierno y sus apoyos mediáticos quizá deberían dejar de vociferar nerviosamente su ya desacreditada e infame fábula sobre la foto de las Azores y sobre la culpabilidad del anterior Gobierno para empezar a reflexionar sobre este último punto. Máxime cuando es bien sabido que Londres también era objetivo de Al Qaeda antes del 11 de septiembre de 2001 y, por supuesto, mucho antes de la famosa foto de las Azores. Y cuando también es de sobra conocido que uno de los objetivos máximos de Al Qaeda, expresado tras los atentados del 11-S por el propio Ben Laden, es "recuperar" Al Andalus.
