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Víctor Llano

Frabetti y los niños cubanos

Carlo Frabetti no puede oír llorar a los 23 niños que murieron en el remolcador 13 de marzo porque los asesinó la Revolución que tanto defiende

El pasado miércoles una veintena de disidentes cubanos se concentraron en el Malecón de La Habana para rezar y arrojar flores al mar en memoria de las víctimas de la masacre del remolcador 13 de marzo. Poco antes de que finalizara el acto, un nutrido grupo de sicarios del régimen al grito de, “Fidel, Fidel, esta calle es de Fidel”, “pa lo que sea Fidel, pa lo que sea” y “pin-pon fuera, abajo la gusanera”, golpearon a los disidentes, muchos de los cuales fueron detenidos.
 
El acto de repudio se pudo ver desde nuestra embajada en La Habana. Pero que nosotros sepamos, Carlos Alonso Zaldívar no se interesó por el suceso. Estaría muy ocupado en ofrecer diálogo y negocios a los correveidiles del tirano. No le importa mucho que en Cuba sea delito rezar por los desaparecidos. Hace ahora 11 años los hermanos Castro ahogaron a 23 niños que intentaron escapar del siniestro paraíso que ellos les ofrecían. Si alguien pretende recordárselo, los perros del amo no dudan en impedírselo. Y son muchos los perros del Iberosaurio. No sólo en Cuba. También en España son legión los que gritan, “pa lo que sea, Fidel, pa lo que sea”.
 
Jamás preguntan por lo la masacre del 13 de julio de 1994. Cuando viajan a La Habana sólo ven lo que les permite su indiferencia por el sufrimiento ajeno. Incluso se atreven a escribir lo siguiente: “La mejor prueba de que la revolución ha triunfado es que por todas partes se ven niños sanos, bien alimentados, instruidos, contentos… Cuando me preguntan que es lo que me parece más destacable de Cuba, contesto que es el país donde los niños no lloran. Nunca he visto ni he oído llorar a un niño en Cuba (supongo que alguno llorará de vez en cuando, pero yo jamás lo he visto, y eso que hay niños por todas partes), nunca he visto a un adulto pegar o gritarle a un niño, o reprimirlo. Creo que esa es una de las más claras expresiones del triunfo de la revolución cubana.”
 
Carlo Frabetti no puede oír llorar a los 23 niños que murieron en el remolcador 13 de marzo porque los asesinó la Revolución que tanto defiende. Pero no otra cosa se puede esperar de un desalmado al que no le parecen víctimas inocentes los que después de votar a Blair murieron en la matanza de Londres. Aunque cueste mucho creerlo, Frabetti escribe cuentos para niños. Probablemente se leerán en Cuba. Los que no los podrán leer son los niños que murieron en julio de 1994. Para ellos no escribió nunca. Jamás los recuerda. No saldrán en sus libros. Como tantos otros, Frabetti prefiere escribir para sus asesinos.
 
Dice que los niños cubanos están bien “alimentados, instruidos y contentos”. Lástima que las víctimas de Castro no puedan explicarle al cuentista lo contentos que viven sus hijos junto a los perros del amo. Tan contentos que sus padres prefieren correr el riesgo de morir con ellos en el mar antes de vivir bajo la bota del amigo de Don Carlo. “Pa lo que sea, Fidel, pa lo que sea”, gritaban los esbirros castristas mientras reprimían a los disidentes. El eslogan le puede servir a Frabetti como título de su próximo libro. Así el italiano ayudaría “instruir” a los niños cubanos. Tanto sería su éxito que tal vez el cuentacuentos se decidiera a vivir en La Habana junto a los terroristas etarras que cobija Fidel Castro y que él considera represaliados políticos. Se lo merece. Le sobran méritos para disfrutar de tan inestimable compañía.

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