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Cristina Losada

La última peregrinación

De modo que si algún biólogo de la política explora estos días cómo se comportan las células de la izquierda en la batalla por la libertad desencadenada por las caricaturas de Mahoma, no ha de extrañarse del resultado: no están por darla.

Uno de los grandes mitos de la Izquierda, y uno de los más atractivos, reza que es ella y sólo ella la que lucha por la libertad. Muchos así lo creyeron, muchos nos lo creímos, pero también aceptamos la letra pequeña del contrato. Unas cláusulas que resumía Lenin en aquella respuesta suya a Largo Caballero: "libertad, ¿para qué?" Pues para la izquierda de raíz marxista, que es casi toda, no puede haber libertad en una sociedad capitalista, que sólo genera, según reveló el profeta Marx, desigualdad, alienación e injusticia. Las libertades que lucen las democracias son tildadas de "formales". Mero camuflaje que enmascara la crueldad de un sistema de explotación que impide el acceso a la auténtica libertad. La que sólo llegaría con el comunismo.

El descrédito del marxismo, y la ignorancia de sus clásicos que padece hoy la grey izquierdista, no empecen que aquellas teorías sigan vivas. Es más, en forma de pildorillas de todo a cien, surten el botiquín de urgencias del saber convencional. En el universo izquierdista común, la libertad no es un bien por sí mismo. No es un fin, sino un instrumento útil, en ocasiones, para alcanzar al objetivo último: la destrucción de la sociedad existente para instaurar ese reino de la verdadera libertad, que se ha demostrado servidumbre.

De modo que si algún biólogo de la política explora estos días cómo se comportan las células de la izquierda en la batalla por la libertad desencadenada por las caricaturas de Mahoma, no ha de extrañarse del resultado: no están por darla. Ante el embate de los integristas, se unen a los corpúsculos enemigos. En los medios extremistas se interpreta el caso como una conspiración de la prensa europea para demostrar que el Islam es una religión violenta, y como otro ataque del cristianismo occidental en nombre de una libertad de prensa que, en realidad, no existe.

Los Zapatero de pensamiento flácido condenan la publicación de las viñetas, mostrando un respeto inusitado hacia los sentimientos religiosos…de los musulmanes, nada más, por supuesto. Y los Borrell y López Aguilar de turno alegan falsas simetrías, a sabiendas de que los símbolos del cristianismo son objeto de escarnio, burlas e irreverencias constantes, sin que ello levante más que protestas verbales.

El grueso de la izquierda se ha enturbantado. Quedan por ahí algunos bastiones lúcidos, pero la marea la arrastra hacia La Meca desde que el 11-S reveló con brutalidad que el único enemigo que hoy puede infligir daños letales al sistema injusto es el Islam fanatizado. Estamos en el tercer retroceso de los que consigna Paul Johnson en Tiempos Modernos: el marxismo preveía el derrumbe del capitalismo y no ocurrió; hubo de darse un paso atrás: el bloque socialista superaría el nivel de vida del capitalismo; tampoco sucedió, y se teorizó que la prosperidad de Occidente era fruto del expolio del resto del mundo.

Interiorizada la culpabilidad, desatadas las débiles amarras con la Ilustración, derrotadas las alternativas, ya no es sólo el capitalismo, sino Occidente entero, que lo hizo nacer, el objeto a destruir. Pero Occidente también engendró a la Izquierda, y es por ello que esta peregrinación suya puede ser la última. Si triunfara el poder destructor que encienden los mulás. Entonces, se le aplicaría también a ella la frase que publica hoy en portada, vencido el intento de censura, elCharlie Hebdo. Al habla Mahoma: "Cést dur d’être aimé par des cons".

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