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Juan Carlos Girauta

Enemigos de sí mismos

Jimmy Massey no sólo les ofrece el testimonio que vienen buscando con ahínco; también les da la interpretación que sus oídos esperan: el culpable es... su país, Estados Unidos, monstruo imperialista, donde el marine es entrenado "para la deshumanización".

Circula por foros pacifistas y de progreso, por diarios y universidades, un psicópata de nombre Jimmy Massey que asegura haber volado cabezas, por diversión, desde quinientos metros cuando era marine. Una "machada" que extiende a todos sus compañeros. Describe su experiencia de matar iraquíes como "un gozo casi sexual" y afirma que los soldados celebran sus primeras víctimas como un acto litúrgico. Repite allí donde se lo permiten que su unidad ha abatido a civiles indefensos a conciencia, que todas lo hacen.
 
¿Y por qué no lo linchan los progres allí mismo? ¿Por qué no le escupen los entrevistadores? Por la sencilla razón de que Jimmy Massey no sólo les ofrece el testimonio que vienen buscando con ahínco; también les da la interpretación que sus oídos esperan: el culpable es... su país, Estados Unidos, monstruo imperialista, donde el marine es entrenado "para la deshumanización". Más: "La guerra es parte del pensamiento americano, pero sobre todo es un gran negocio; "En cuanto llegamos a Bagdad empezamos a cometer abusos contra civiles; "Tienes carta blanca para matar iraquíes, a sus mujeres y a sus hijos"; etc.
 
Es difícil imaginar discurso más gratificante para el progre antiamericano y para el agresivo pacifista. Pero Jimmy Massey y los lelos que aplauden el relato de sus carnicerías –sólo porque se sacude sus responsabilidades y escupe hacia arriba– tienen un par de problemas.
 
Primer problema: por mucho menos de lo que reconoce este activista han sido juzgados y condenados soldados americanos de Irak y de Vietnam. Si los militares que posaron en Abu Ghraib han sido sancionados, ¿por qué no lo es quien se autoinculpa de atrocidades mucho peores? Pues porque no hay más prueba que su testimonio, y su testimonio no es creíble. Lo es en las aulas y periódicos de Europa, pero no en los tribunales americanos.
 
Segundo problema: la unidad en la que se integraba Jimmy Massey acogía a cinco periodistas empotrados (embeded). Ninguno de ellos ha avalado sus relatos. Los crímenes gratuitos que narra han sido negados explícitamente en algunos casos, y de otros no tienen noticia. Lo mismo ocurre con sus compañeros de unidad, aunque la palabra de estos, claro está, valdría menos para los progres que la de Massey... si no coincidiera con la de los enviados de Associated Press o The Wall Street Journal.
 
Al fin y al cabo, ese puñado de soldados sólo estaba defendiendo la civilización, en tanto que el traidor fabulador está avalando sus prejuicios.

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