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Víctor Llano

Manuel Acosta nunca les importó

Ni Zapatero ni Moratinos ni Carlos Alonso Zaldívar preguntarán por Manuel Acosta. No perderán el tiempo. No tendría sentido molestar a sus amigos por lo que ya no tiene remedio. Además, ¿qué puede importar la mala suerte de un disidente más?

¿Por qué ha de importarles ahora su muerte? Nueve días después de que le detuvieran le encontraron ahorcado en su celda. La tiranía ya no podrá juzgarle por "peligrosidad-pre-delictiva". Dicen que se suicidó. Nadie les creerá. Y lo peor es que les importa muy poco que les crean. No lo necesitan. Les basta con que el resto de sus víctimas se enteren de que en sus cárceles aparecen ahorcados los disidentes. No podrían servirse de mejor propaganda. La única que nunca les falló. La que responde a su naturaleza de asesinos en serie. Los verdugos no tienen necesidad de que les crean. Les basta con que les teman.

Ni Zapatero ni Moratinos ni Carlos Alonso Zaldívar preguntarán por Manuel Acosta. No perderán el tiempo. No tendría sentido molestar a sus amigos por lo que ya no tiene remedio. Además, ¿qué puede importar la mala suerte de un disidente más? Mejor no darse por enterados. Probablemente, nadie les pregunte por qué no preguntan por él. La muerte de un desafecto a los logros de la Revolución no impedirá que el Gobierno de España insista en trabajar en Europa para sus verdugos. Una víctima más de la barbarie comunista no hará que el líder de la Alianza de Civilizaciones corra el riesgo de enemistarse con los asesinos. Además, ¿a quién le importa Manuel Acosta?

Los amigos españoles de los hermanos Castro prefieren ocuparse de otras cosas. Ahí tienen a Miguel Ángel Martínez. No duda en amenazar a la Iglesia. Antes de que con nuestros impuestos se pague a los colegios católicos lo que de sobra merecen, tan rentable resulta al Estado y, con tanto sacrificio administran, preferiría financiar más cárceles castristas. No le basta con las más de doscientas que ya existen. Le consta que llegará el día en que sus amigos necesiten de muchas más. Manuel Acosta no ha sido el primero que ha desaparecido en una de ellas. Y no será el último. De Acosta supimos. De otros muchos nunca sabremos.

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