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Manuel Ayau

Sin Estado de Derecho

La falta de éxito de nuestros gobiernos no se debe a que nuestros presidentes hayan sido inútiles o capaces, honrados o deshonestos, sino a que el sistema sacrifica las normas en el altar de los resultados.

Los guatemaltecos hemos votado el domingo con la esperanza de que los ganadores sean personas capaces y probas para dirigir el destino de todos. Algunos dirían "del país", pero yo prefiero decir de nosotros porque somos las personas quienes vivimos en el país y las que resultarán beneficiadas o perjudicadas por las actuaciones de los elegidos.

Cada cuatro años nos encontramos con más de lo mismo. Cambiamos al piloto, cuando lo que tendríamos que cambiar es el vehículo. Con un sistema de gobierno dirigido discrecionalmente por los mandatarios probablemente continuará en Guatemala la inseguridad y la pobreza. En su lugar necesitaríamos un Gobierno en el que rigieran normas recíprocas de conducta justa, es decir, un Estado de Derecho.

La falta de éxito de nuestros gobiernos no se debe a que nuestros presidentes hayan sido inútiles o capaces, honrados o deshonestos, sino a que el sistema sacrifica las normas en el altar de los resultados. Es decir, se trata de un sistema pragmático, no basado en los principios de los derechos individuales y que tiende a fallarle a la sociedad entera porque las decisiones que afectan a todos son producto de decisiones humanas, con características propias de todo ser humano: falta de omnisciencia e infalibilidad combinada con una natural sensación triunfalista común en el ganador, al haber sido ungido por los votos.

Otra cosa sería vivir en una sociedad regida por reglas aceptadas como justas, recíprocas, abstractas y sin excepciones, que expresen y respeten nuestros derechos como seres humanos individuales. En esa sociedad se respetan los resultados de los actos de los demás porque a cada quien se le reconoce la propiedad de los resultados de sus propios actos pacíficos y respetuosos de los derechos individuales de los demás. En esa sociedad, antes de buscar resolver problemas particulares de personas o grupos con la excusa de proveer prosperidad, el Gobierno se ocupa de hacer justicia, de asegurarse que ninguna persona ni grupo viole los derechos ajenos

En esa sociedad, cada quien puede planificar sus actos en la confianza de que el resultado será respetado por los demás. La mayoría no puede ponerle la mano a recursos ajenos para resolver problemas propios. El interés general priva sobre el interés particular, pero no sobre el derecho individual porque el sistema colapsa y seguimos como estamos, ya que con la excusa del interés general las leyes mismas violan los derechos de las personas individuales. Este Estado de Derecho responsabiliza a las personas por las consecuencias de sus actos y, en consecuencia, promueve una sociedad de personas responsables.

Además, como en una sociedad basada en Derecho las personas solamente pueden disponer de recursos propios o los que otros contractualmente le ceden, se promueve la mesura, la discreción y el buen juicio en el manejo de los recursos, ya que siempre corren por cuenta propia. Las relaciones de intercambio son contractuales porque lo que se intercambia es propiedad de las personas, quienes entonces solamente intercambiarán si creen que con ello se beneficiarán.

Es así que el reconocimiento y la protección de los derechos de los seres humanos individuales no es simplemente la imposición de una ideología, sino la implementación del único sistema que ha reducido la pobreza en el mundo, un sistema económico que conduce a la paz y a la prosperidad de la sociedad: el mercado.

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