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Yolanda Alba

Insumisos de la telemierda

Ella –¡oh, caja omnipotente!– refleja la sociedad que tenemos, en la que malvivimos; parece que es la que deseamos porque no protestamos ni hacemos nada.

Desde su aparición hubo un gran escándalo alrededor, con mucho estruendo de radios, miles y divergentes opiniones de los sesudos expertos mediáticos, editoriales en los periódicos y exclusivas en revistas vampiros. Unos jóvenes desconocidos, hasta entonces, desnudaron su vida privada delante de las cámaras para ganar unos milloncejos con el aditivo asegurado para su ego de ser protagonistas de ojos de voyeur. Hoy, finalizadas las ediciones anteriores, sus paletos protagonistas, instaurados en la fama absurdamente obtenida, son las estrellas de muchos magazines y programas varios, además de protagonistas de numerosos reportajes en las revistas. Y paralelamente surgen las críticas feroces (unas a favor, pocas en contra). Cosa cochina la envidia. Y aburrida. Tan nuestra, tan española. Y el machaqueo criticón. Ya pasó con otros controvertidos programas y emisiones de la televisión española (pública y privada).

Indudablemente, la "Gran Hermana" no nos va ofrecer noticias sobre la desmembración de España, ni sobre la negociación repelente del Gobierno zapaterista con la banda mafiosa y terrorista, ni sobre teoría liberal actual, ni sobre las nuevas marus-progres-feministas Regás, Montmany o Etxeberria; tampoco hará un "especial verano" sobre los cursos del Holocausto pagados con dinero de la filosocialista Casa Separad. No obstante, bien podría retrasmitir en directo, a pinceladas de hora y cuarto, los Encuentros por una economía disidente que se acaban de celebrar y donde se reunieron, por ejemplo, colectivos no precisamente virtuales como Comercio Justo, Banca Alternativa, Cooperativa Trueque, Grupos Autogestionados de Konsumo, o B.E.S.O.S. (Colectivo Balances de Economía Solidaria), siguiendo las tesis de su querido teórico Noam Chomsky con respecto al tema específico que hoy nos ocupa:"En las sociedades democráticas los media adoctrinan. Sus objetivos son divertir al público, separar a los unos de los otros, inculcar los valores hegemónicos de la sociedad (la codicia, el lujo personal, la indiferencia hacia los otros, la separación y la distancia entre hombres y mujeres reforzando sus roles en la sociedad dualista)."

Ante esto, el personal, extrañado, rasgándose las vestiduras. Y como reina de los medios de comunicación, nuestra tele paleta (ojo, hay otras), la "Gran Hermana", con su macilenta programación, no hace otra cosa. Evidentemente. No va a reinventar la sociedad, que no es su misión. Es lo que hay. Y ella –¡oh, caja omnipotente!– refleja la sociedad que tenemos, en la que malvivimos; parece que es la que deseamos porque no protestamos ni hacemos nada.

Pero, señores, señoras, ahora en otoño todavía estamos a tiempo de rectificar actitudes, que el sopor lo puede todo. Aquí van algunas recetas reconstituyentes para la salud mental: por favor, apaguen la tele, apáguenla y apártense de la tribu del guirigay. O zapeen. Háganse insumisos de la telemierda. Naveguen por Internet, investiguen el ciberespacio. Manifiéstense contra el paro, que lo hay. Colaboren con las asociaciones de caridad. Suden en una sauna. Déjense acariciar por el vecino o la semejante. Beban horchata en El Gijón o un té en el nada multiétnico Embassy. O, mejor aún,acudan a conciertos, o inscríbanse en alguna de las universidades, vayan al cine, disfruten de las artes escénicas, lean lo que sea, acudan a la piscina, sueñen con la nueva era en el Planetario de Madrid, conviértanse en melómanos o radioyentes, deléitense con libros de viaje o apúntense a los defensores de la naturaleza. Pero no sean populistas. A un populista sólo le interesan los humores de la mayoría.

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