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Juan Carlos Girauta

Más de lo mismo, pero sin protesta

Le están sirviendo a Rajoy un potente narcótico, un contundente ansiolítico, un elixir a base de mucho consenso parademocrático, tres gotas de responsabilidad histórica, dos hojas de distensión, una raíz de culpa y cuatro de complejo.

Abren oficialmente la legislatura dos leones que no son los cañones fundidos, los custodios congelados que asilvestran y a la vez institucionalizan la Carrera de San Jerónimo, sino el Rey y Bono. Y hete aquí que ambos arrullan a la oposición con músicas de nueva era, buen tono y alianzas, sentido de Estado, futuro en común. Pero ojo con el proveedor de los discursos, porque el real es del Gobierno socialista y el de Bono es del socialismo de gobierno.

Le están sirviendo a Rajoy un potente narcótico, un contundente ansiolítico, un elixir a base de mucho consenso parademocrático, tres gotas de responsabilidad histórica, dos hojas de distensión, una raíz de culpa y cuatro de complejo. Calladito estás más guapo. Hay una discontinuidad clamorosa entre las buenas palabras de la primara y tercera autoridades del Estado –Rey y Bono– y las malas acciones de la segunda: Zapatero, que es quien manda.

Si tanto consenso quiere, si tanta armonía desea, no se entiende la permanencia de Bermejo, que se ajustó como nadie a la estrategia de la tensión zapaterogabilonda, que jamás ha conocido el significado de "imparcialidad" y está por ver lo que entiende por justicia. Ni se compadece con la continuidad de una vicepresidenta que aprovechó todas y cada una de sus comparecencias de los viernes para estrechar el cordón sanitario en torno al PP, mentir sobre sus intenciones y dar un nuevo impulso al arte de la provocación prevaliéndose del puro y duro poder, la verdadera pasión que la devora. Ni casa bien con la reedición del torpe Moratinos –que acusó a Aznar de organizar un golpe de Estado en Venezuela– y de la aun más torpe (y eso sí que es meritorio) Maleni, especialista en caos e incumplimientos con desvío de culpas al PP. Y así todo.

La envolvente sobre Rajoy puede ser fatal. A la España que él representa la va a seguir azotando Zapatero un día sí y otro también. Las artes van a ser iguales y los protagonistas los mismos. No hay solución de continuidad entre las dos legislaturas zapateras en ninguna cuestión relevante. Si acaso habrá más uso del engaño, como se está comprobando con el ejercicio hipnótico que acompaña al trasvase del Ebro: Concéntrense: esto no es un trasvase... esto no es un trasvase...

Sin embargo, la España sometida a cordón no verá sus inquietudes reflejadas en el lugar donde se hacen las normas, se controla al Gobierno y se formaliza la labor de oposición: el Congreso. Sería violar el sagrado consenso al que Zapatero, por boca del rey y de Bono, ha invitado a Rajoy. Pero sólo a Rajoy.

En España

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