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Juan Morote

El padrino euskaldún

Cualquier día oiremos a algún preboste del partido nacionalista vasco o de eusko alkartatasuna, en presencia complacida de algún socialista vasco, decirle a alguien como Marisa Arrúe la conocida sentencia: si te matan no pienses que es nada personal.

Existe un paralelismo casi mimético entre la situación creada por la mafia en la Nueva York de los años treinta y cuarenta y la que se ha generado en el País Vasco desde los años setenta hasta hoy.

Es evidente que la mafia, crimen organizado de origen siciliano en los Estados Unidos, desarrolló impunemente sus actividades delictivas como traficar con alcohol, controlar el juego ilegal, destrozar los bienes de quienes no habían querido pagar su protección, explotar la prostitución y lucrarse con los demás negocios sucios que le rindieron pingües beneficios. Ahora bien, hay que ser muy ingenuo para pensar que los delincuentes eran muy listos y los políticos y los policías muy tontos. Se precisó de una colaboración estrecha de las dos instancias anteriores. En las películas los policías siempre llegaban cuando el crimen ya se había perpetrado. El crimen organizado, del que el terrorismo es un subgrupo, sólo puede triunfar si el Estado, de una u otra forma, lo ampara o al menos lo consiente.

Existe una correlación entre la estrategia del padrino y la seguida por lo que yo llamaría la estructura del terror vasco; entendido en el más amplio sentido del término. Si mafia eran igualmente los abogados y los políticos, cuando hablo de la estructura del terror vasco también incluyo a todos los que le prestan colaboración, lo amparan, lo justifican, o simplemente se benefician políticamente de su acción. Esta estrategia es fácilmente divisible en dos partes.

En la primera parte de El padrino observamos que el protagonismo lo tienen las pistolas, exactamente igual que en la primera fase de la consolidación del monstruo etarra. Hay divisiones, diferentes formas de ver el negocio, luchas entre facciones rivales, traiciones a cambio de impunidad –Solozzo y Tataglia son eliminados–, es la fase en la que la ETA político militar abandona la lucha armada y se integra en el sistema.

En cambio, en la segunda parte el padrino ya no quiere pistoleros, su objetivo lo puede conseguir aprovechando la debilidad del Estado y el servilismo empedernido de los grupos progres de comunicación. De la misma forma, el pacto de Estella pone el punto de salida de una nueva estrategia. Sin embargo, tampoco se abandona la violencia como medio intimidatorio para mantener la posición de ventaja en cualquier negociación.

Asimismo, esta segunda fase viene caracterizada por la tergiversación de la historia de la violencia. Los asesinatos cometidos pasan a ser anecdóticos hitos pasados, meros daños colaterales de una causa más noble. En esta etapa es necesaria, más que nunca, la colaboración de los medios de comunicación para que silencien a las víctimas y generen un clima favorable a los intereses de la estructura del mal.

Al final, todo queda reducido a una interminable lucha legal de tribunales y recursos en los que siempre acaban ganando los malos, porque en la realidad en nuestra realidad española, seguimos contando con un Estado débil y con unos políticos sin escrúpulos a los que importa más el corto plazo de su partido que el largo de la sociedad que deberían servir. Todo lo anterior acaba siendo contado por unos medios de comunicación convertidos en voceros de una consigna recibida y nunca cuestionada y que hace mucho tiempo olvidaron la crítica a la que obliga la libertad; poderoso caballero el dinero. Nada más parecido a la Nueva York de los años treinta.

Si bien Estados Unidos reaccionó persiguiendo el crimen organizado con tesón y encerrando a cualesquiera colaboradores de la mafia, en España desgraciadamente no tiene visos de ser así. De modo que cualquier día oiremos a algún preboste del partido nacionalista vasco o de eusko alkartatasuna, en presencia complacida de algún socialista vasco, decirle a alguien como Marisa Arrúe la conocida sentencia: si te matan no pienses que es nada personal, sólo son negocios (It´s not personal, just business).

En España

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