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A palos con la Palin

Los votantes lo que necesitan es lealtad. Lealtad a las convicciones, a las promesas, a los ciudadanos y a su país. En cuanto a la vida privada, que cada cual se las apañe en la intimidad de sus alcobas.

Vaya por delante mi querencia hacia el mundo anglosajón. Y los Estados Unidos, gran nación a la que he tenido la suerte de haber viajado desde hace muchos años con cierta regularidad y donde siempre me he sentido especialmente bien tratada en cualquiera de los rincones de los Estados visitados, es un ejemplo de ello. Una sociedad, por cierto, que la gente debería conocer un poquito más antes de desenfundar las armas verbales contra ella.

Dicho esto, cierto es que tiene su lado más oscuro. Y en el ámbito político, más todavía.

No hace muchos días regresaba de Nueva Inglaterra, donde por cierto, a McCain no se le vio el pelo; apenas aparecía en los medios de comunicación y las noticias se debatían entre el huracán Gustav y el ciclón Obama.

Por las calles de Boston, los alrededores de la Harvard University, por los pueblos costeros de Maine y las zonas de interior de bosques y lagos, me pararon una veintena de veces para solicitar mi firma en apoyo del monísimo de Barack, justo antes de fichar, en otra de sus operaciones estupendas de marketing, a Joe Biden, con su pelo cano, tez rosada y sonrisa Vitaldent, lo que se viene a conocer como perfil Floquet de Neu (Copito de Nieve, para los menos familiarizados con entrañable y difunto animal). ¿Y saben cuántas veces encontré a alguno de los representantes del Partido Republicano pidiendo firmas? Cero patatero.

Parece que ahora han empezado a ponerse las pilas, aunque, sin entrar a valorar a fondo la figura de Sarah Palin, que abandona su snowmobile para desembarcar en Washington, sí me gustaría resaltar un par de cuestiones que tiene que ver con ese lado más fosco e hipócrita, en mi humilde opinión, que tiene la vida pública anglosajona en general y la estadounidense en particular.

No tengo, de entrada, nada en contra de Palin, salvo que obtuviera su primer pasaporte a la edad de 44 años, lo que simplemente demuestra una falta de curiosidad por conocer otras culturas, otras naciones, otras gentes; en fin, la ausencia de una mínima sensibilidad cultural más allá de tus fronteras y que no hacen más que enriquecerte personal e intelectualmente. Aunque al hilo de esto, me comentaba un profesor de la Harvard Kennedy School que los europeos queremos como presidente a alguien que sea reconocido internacionalmente, respetado y tenga buenas relaciones diplomáticas y que, sin embargo, a muchos americanos del medio y sur de los Estados Unidos tan sólo les importa tener a un presidente que se ocupe únicamente de ellos. Y supongo que lleva razón.

Bien, retomando lo que quería decir. Lo que me parece escandaloso es el linchamiento despiadado y gratuito contra su vida privada, teniendo que salir a dar continuas explicaciones arropada por la familia al completo y que a muchos les habrá recordado el largometraje Candidata al poder, que gira en torno a la propuesta de la senadora demócrata Laine Hanson –gloriosa y espléndida Joan Allen– para ocupar la vicepresidencia de los Estados Unidos, convirtiéndose, de este modo, en la primera mujer en acceder a ese puesto teniendo que sortear para ello, no sin ciertas dificultades, todo tipo de trampas y organismos perversos no exentos de una aplastante doble moral.

Tanto demócratas como republicanos, todos ellos simples mortales al fin y al cabo, se ven permanentemente en la bochornosa obligación de dar cuentas sobre cada gesto, comportamiento, orientación y gustos sexuales que en algún momento de sus vidas hayan podido tener sin que ello tenga nada que ver con la preocupación de que los ciudadanos de su comunidad vivan en las mejores condiciones posibles.

Otra cosa muy distinta es que ese alguien haya decidido "meter la mano en el cajón", expresión nuestra de toda la vida con la que nos entendemos perfectamente. Eso sí afecta, por supuesto, a la hora de tener que gestionar y manejar un presupuesto público, pero, francamente, ¿creen de verdad que para ser un buen presidente influye el hecho de ser más o menos fiel o el de no haber tenido hijos modélicos?

Los votantes lo que necesitan es lealtad. Lealtad a las convicciones, a las promesas, a los ciudadanos y a su país. En cuanto a la vida privada, que cada cual se las apañe en la intimidad de sus alcobas.

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