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Víctor Llano

Jorge Dezcallar

El ex director del CNI no parece ahora muy afecto a la causa de los que creen que la tiranía no desaparecerá hasta que los herederos de Fidel Castro pierdan todo esperanza.

A gran parte del exilio cubano que reside en Madrid le preocupa que Washington haya concedido el plácet a Jorge Dezcallar, propuesto por Moratinos como nuevo embajador de España en Estados Unidos. El ex director del CNI no parece ahora muy afecto a la causa de los que creen que la tiranía no desaparecerá hasta que los herederos de Fidel Castro pierdan todo esperanza.

Lo que ocurre es que con Dezcallar nunca se sabe. Siempre estuvo al servicio del Régimen. No del cubano, del español. Ha demostrado que es capaz de defender un día un proyecto y poco después otro que deje en nada al que antes defendió. En 1996 amparó la posición común de la Unión Europea frente a la tiranía. Y hoy defiende una "aquiescencia vigilante" y simula ver en la actitud de Raúl Castro el "principio del cambio".

El ex director del CNI dice creer que la tiranía castrista ha podido emprender un camino hacia un modelo chino o vietnamita. A pesar de que se supone que ha de estar bien informado, nadie le puede exigir que después de que en el mejor de los supuestos no pudiera hacer nada para evitar la masacre de Madrid vaya a acertar ahora respecto a los planes de los socios de los que le han nombrado embajador en Estados Unidos. En cualquier caso, acierte o no, lo que no puede esperar Dezcallar es que a las víctimas de los socios de sus jefes les satisfaga que el embajador de España en Washington ofrezca una "aquiescencia vigilante" a los que según él quieren seguir esclavizando a los cubanos bajo un modelo chino o vietnamita. ¿O es que acaso considera Dezcallar que son buenos modelos? ¿Los quiere para él o para su familia?

Lo que sí se desprende de la biografía del ex director del Centro Nacional de Inteligencia es que Zapatero puede confiar en él. Aznar ya no podría. Se supone que habrá aprendido de la más descomunal de sus pifias. Pagó muy caro el error de colocar a los ajenos al frente de lo que creyó suyo. No obstante, ya poco importa que quien ni está ni se le espera aprendiera o no a acertar con la lealtad de los que ya no podrá favorecer con cargos gracias a los cuales tan importante información se puede obtener. Zapatero no se arrepentirá nunca de lo que se ha de arrepentir Aznar. Si de algo puede presumir es de no equivocarse a la hora de situar a los siempre muy suyos donde mejor pueden servirle. Ni aquí ni en La Habana ni en Washington se equivoca.

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