Menú
Juan Carlos Girauta

A ver de qué están hechos los EEUU

Si perdiera Obama, una nueva oleada de desprecio pijo-progre como la que encharcó el país cuando perdió Al Gore, cuando perdió Kerry, volverá a escupir sobre los rednecks. Y Tom Wolfe podrá volver a reírse del ingenuo rico progresista de Nueva York.

Una legión de especialistas en sociología estadounidense que jamás han cruzado el Atlántico ni hablan una palabra de inglés nos sorprenden con sus inteligentes vaticinios: ganará Obama. A eso le llamo yo apostar fuerte con un titular. Preclaros politólogos desmenuzan en los papeles los pormenores del edificio institucional americano sin haber comprendido todavía que lo del Congreso y el Senado no funciona como en España, y que si quieren hacer paralelismos, deberían comparar –salvando unas cuantas distancias– el Congreso de allí con las Cortes Generales de aquí, el Congreso de aquí con la Cámara de Representantes de allí y el Senado (¡por fin!) con el Senado.

Quienes se apuntan a cualquier caballo ganador, sean actores, cantantes o responsables de Exteriores del Partido Popular, ensayan expresiones, frasecitas que recuerdan la melodía del "Sí, podemos": se acerca un cambio de mentalidad; es el cambio que estábamos esperando; esto devuelve la ilusión a la gente; hay otra América; Obama es una representación del planeta. Esta última es la mejor, pero se la debemos a ese pedazo de intelectual que es Leonardo DiCaprio.

Para sumarse a esta fiesta de la vacuidad hay que estar dotado. Algunos, ni poniéndole todo el esfuerzo del mundo conseguiríamos hilvanar tanto significante sin significado, grandes palabras más vacías que el cofre del Titanic (la nave que propongo como símbolo del obamismo si al final gana McCain), más vacías que el expediente académico de Blanco, el generoso estadista que ocultó largamente sus preferencias para no influir en el voto americano. Obama representa la apoteosis del marketing. Había que invocar al fantasma de Kennedy, ¡y vengan fotos en blanco y negro! Poses reflexivas contra muros intemporales, elementos de atrezzo, ilusionismo. El buen marketing es alquímico. Así, las amistades peligrosas del candidato, el pastor radical o el magnate mangante, lejos de perjudicar a Obama, refuerzan sus parecidos con JFK, el hombre de las turbias relaciones.

Es un gran orador, inteligente y hábil. Es elegante, apuesto y está tocado por la suerte; lo de la abuela es definitivo. Pero es un bluff. Y a la América profunda no suelen engañarle los bluffs. Si perdiera Obama, una nueva oleada de desprecio pijo-progre como la que encharcó el país cuando perdió Al Gore, cuando perdió Kerry, volverá a escupir sobre los rednecks. Y Tom Wolfe podrá volver a reírse del ingenuo rico progresista de Nueva York.

En Internacional

    0
    comentarios