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Carlos Ball

Obama presidente

Bush ha generado un gran daño al ensuciar el buen nombre del libre mercado y de la libertad individual, cuando sus políticas fueron totalmente opuestas a tales ideales.

Confieso que no voté en estas elecciones americanas. No fue una decisión fácil, pero me horrorizaban las claras señales populistas de Obama en cuanto a renegociar el NAFTA; su rechazo al tratado comercial con Colombia, el mejor amigo de EEUU en América Latina; sus duras críticas a las empresas petroleras y de carbón, cuando la crisis energética es la hija bastarda de la prostituida política energética de Washington y de los rufianes de la OPEP (una política energética defendida solamente por aquellos que buscan dádivas del Gobierno para financiar sus fracasadas aventuras con el etanol y los molinos de viento). También me preocupa su plan de aumentar los impuestos a los ricos, que terminarán pagando los más pobres que no consigan un empleo al disminuir las inversiones. Y es que los países ex comunistas han comprobado que un impuesto bajo de tipo único promueve las inversiones, el empleo e incluso aumenta la recaudación de impuestos, al fomentar la economía. ¿Acaso una persona tan inteligente y educada como Obama no se da cuenta de esa realidad?

El récord de contribuciones recibidas por la campaña presidencial de Obama también me hizo dudar. ¿Cuánto de ese dinero provino de ciudadanos patrióticos buscando un cambio positivo, tras el inmenso fracaso cosechado por la Administración Bus y cuánto de sindicatos y empresarios que esperan favores y privilegios?

La simpatía y confianza que me inspira Sarah Palin no resultó suficiente para contrarrestar las inadmisibles posiciones de la candidatura de John McCain, poco respetuoso con la Constitución y para quien todo parece menos importante que la victoria definitiva en Irak, aplastar a Irán y reiniciar la guerra fría con Rusia. Lamentablemente, en eso se parece demasiado a Bush y no cabía esperar un golpe de timón en política exterior.

Debido a su maltrato hacia los inmigrantes latinoamericanos y la construcción del muro en la frontera con México, los líderes y burócratas republicanos lograron que 67% de los latinos votaran ahora por Obama y 32% por McCain. Hace apenas cuatro años, en 2004, un 59% de los latinos votaron por el candidato presidencial demócrata John Kerry y el 40% por Bush.

Comparto la posición de muchos otros analistas políticos de que el resultado de las elecciones es un rechazo popular a la interminable guerra en Irak, a la explosión de gastos y a la creciente falta de respeto por los derechos civiles –es decir, de la Constitución misma– por parte del Gobierno de George W. Bush. El saliente presidente de los Estados Unidos ha generado un gran daño al ensuciar el buen nombre del libre mercado y de la libertad individual, cuando sus políticas fueron totalmente opuestas a tales ideales.

Al menos, las posibles equivocaciones de Obama no significarán más desprestigio para el sistema capitalista y definitivamente celebro la desaparición de la discriminación racial en este país. También me atrae que Obama haya sido profesor de derecho constitucional en la Universidad de Chicago, lo cual indicaría su respeto a ese documento que ha sido tan golpeado últimamente.

Pero no por ello dejan de alarmarme los planes de Obama sobre la redistribución de la riqueza, ni su aparente apoyo al proteccionismo industrial y agrícola que, como hemos visto en America Latina, favorece solamente a sindicatos y empresarios con buenas conexiones políticas, mientras empobrece a la gran mayoría de la población.

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