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Robert Bottome y Norka Parra

Rosas con espinas

El sector democrático puede darse por satisfecho de su triunfo en cuatro de las siete entidades que conforman el distrito electoral del país y que concentra al 60% de los electores, 15 de los 26 millones de habitantes de Venezuela.

Los resultados de las elecciones de gobernadores y alcaldes del 23 de noviembre indican que los venezolanos tienen algo que celebrar, algo que lamentar y mucho que aprender. Para comenzar, hay que felicitar la activa y cívica participación de la población, que alcanzó el 65,45%, el récord en unas elecciones locales. Pero también se evidencia una vez más la alta polarización política que existe en el país.

Al Consejo Nacional Electoral (CNE) se le debe reconocer también que, a pesar de estar fuertemente politizado, logró mejorar el sistema electoral, haciendo posible que la votación fuese relativamente transparente y creíble. Sin embargo, el CNE no puede enorgullecerse de su actitud pasiva frente a las violaciones de la Ley Electoral por parte del jefe del Estado y del sector oficialista, antes y durante los comicios.

Por su parte, el sector democrático puede darse por satisfecho de su triunfo en cuatro de las siete entidades que conforman el distrito electoral del país y que concentra al 60% de los electores, 15 de los 26 millones de habitantes de Venezuela. Además, quienes tienen una visión distinta a la de Hugo Chávez lograron mantener sus feudos en Zulia y Nueva Esparta y en tres de las cinco alcaldías del área metropolitana de la capital. También recuperaron de manera contundente los espacios que habían perdido en 2004 (las gobernaciones de Miranda, Táchira, Carabobo y la Alcaldía de Maracaibo) y conquistaron en la región capital, la Alcaldía Mayor y la del Municipio Sucre, controladas por el chavismo desde 1999.

Sin embargo, el chavismo también puede estar satisfecho, ya que logró retener 17 de las 22 gobernaciones en juego, aunque su triunfo regional no fue tan contundente como en las regionales de 2004, donde ganó 21 de las 23 gobernaciones de Estado y el 90% de las alcaldías. También tendrá que lamentar las derrotas de tres de sus líderes más emblemáticos: Diosdado Cabello, Jesse Chacón y Aristóbulo Isturiz.

El reto por delante es grande. La población que cree en una Venezuela democrática tendrá que trabajar coordinadamente y hacer propuestas viables para un país mejor. El reto pasa por seguir conquistando espacios regionales en 2009 y en las legislativas de 2010.

No hay que dormirse en los laureles; el lobo totalitario está al acecho. En las cárceles todavía hay presos por disidencia política y Chávez ni dejará de aplicar sus leyes dictatoriales ni tampoco cejará en su empeño de imponer una enmienda constitucional que le permita seguir siendo presidente por tiempo indefinido.

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