Una gestión caótica

Cinco años en el Gobierno Zapatero no han modificada en nada la incompetencia de la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez. No ha mejorado en absoluto: ni en la gestión, ni en la resolución de los problemas, ni en la decisión de afrontar las dificultades que van surgiendo del resultado lógico de su trabajo.

La colección de despropósitos que acumula esta señora es ya demasiado abultada. Las nevadas paralizan las carreteras; los AVEs siguen sin llegar y cuando lo hacen, llenos de polvo y con retrasos; los aeropuertos están atestados de viajeros esperando un vuelo; y las carreteras y las autovías han sufrido un deterioro evidente en su calidad. Magdalena Álvarez no ha podido hacerlo peor durante esta etapa en Madrid y, a pesar de todo, ha conseguido conservar su puesto.

¿Qué razones llevan a Zapatero a mantenerla? Es complicado de decir, incluso es difícil encontrar una única razón. Solamente se podría aventurar que el presidente del Gobierno la esté utilizando como un parachoques para el resto de errores de su Ejecutivo. Con las teatrales comparecencias de Maleni, al menos se consigue distraer la atención sobre la crisis económica.

El Partido Popular ha pedido la dimisión de la ministra y ciertamente parecería que no le queda otra alternativa. Álvarez se tiene que ir a su casa. Ha demostrado su nula capacidad para desarrollar el trabajo que tiene encomendado y Zapatero no tiene ninguna razón para mantener a esta señora al frente de una cartera de la importancia de Fomento. Si sigue aferrada a su sillón, el dique de contención podría romperse y terminar empantanando a su jefe. Ya se sabe que las decisiones públicas tienen consecuencias no intencionadas que pueden frustrar su objetivo inicial.