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Guillermo Dupuy

Vive la différence!

Considero que debería ser relativamente sencillo de entender que enseñar por separado a niños y niñas nada tiene que ver con conculcar ese igual derecho a la educación que debe asistir a ambos sexos.

Como habrán adivinado algunos lectores, el título de este artículo hace referencia a aquel célebre "¡viva la diferencia!" entre sexos con el que el personaje encarnado por Spencer Tracey concluía su película La costilla de Adán. La "diferencia" a la que me voy a referir, aun muy relacionada, es sin embargo la que detecta año tras año el informe Pisa, y que señala que los chicos van por detrás de las chicas en los resultados académicos y que sólo sobrepasan a sus compañeras ligeramente en ciertas áreas como las matemáticas. En el informe de 2000, las chicas mostraban mejores resultados que los chicos en todos los países participantes menos uno.

A la luz de estos datos y, sobre todo, a la luz de las diferencias cognitivas y madurativas entre sexos, cada vez son más los estudios y especialistas que, en base a esas diferencias biológicas, tanto hormonales como neurológicas entre los cerebros de hombres y mujeres, sostienen que la educación diferenciada permite atender de forma mejor a cada sexo en las áreas para las que están menos dotados, lográndose así una mejora de sus respectivas oportunidades.

Aun siendo todavía claramente minoritaria, el hecho es que, debido a la ingente cantidad de argumentos a su favor, la enseñanza diferenciada está en clara fase de expansión en todos los países de mundo. Así, en los Länder alemanes de Berlín y Renania del Norte, por iniciativa de los socialistas y de los "verdes", se iniciaron en 1998 clases diferenciadas en algunas asignaturas. En Estados Unidos y Canadá, el desarrollo de nuevos colegios de enseñanza diferenciada en los últimos años ha sido notable. En Inglaterra, donde los veinte mejores colegios son, sin excepción alguna, colegios diferenciados, el Informe 2020 Vision, realizado por un equipo de expertos, ofrecía unas recomendaciones para el Gobierno británico sobre los cambios que deberían considerarse en el sistema educativo para mejorar la situación de aquí al 2020: enseñar a niños y niñas por separado, diseñando las clases a la medida de sus necesidades, era una de ellas. En Nueva Gales del Sur, el estado más poblado de Australia, las solicitudes de plaza en las escuelas públicas mixtas se redujeron un 50% en 2001, en favor de las escuelas diferenciadas. Así mismo, y sin extenderme más, la presidenta de la Comisión para el Estudio de la Educación en Suecia sostenía en su informe de julio de 2004 que la educación actual fracasaba fundamentalmente porque desprecia las diferencias entre los sexos, por lo que recomendaba clases diferenciadas para chicas y para chicos, señalando los perjuicios de imponer idénticas conductas y modelos educativos a los alumnos de ambos sexos.

En España creo que no llega al centenar el número de colegios concertados que separan a sus alumnos por sexo. Sin embargo, la reciente apuesta del colegio Montessori por adoptar la educación diferenciada como un factor de primer orden para la lucha contra el fracaso escolar, ha desatado –más bien reanimado– la polémica.

Si bien, como dice el médico y psicólogo Leonard Sax,"la naturaleza humana está sexuada hasta la medula", y son muchos y convincentes los argumentos a favor de la enseñanza por separado, el objetivo de este articulo no es tanto tomar partido por ella, como denunciar la intolerante actitud mostrada por algún sindicato y por alguna minoritaria asociación de padres que han reclamado que el Estado retire la subvención a los colegios concertados que la pongan en práctica. La justificación que dan para sostener semejante pretensión, no por burda, está menos extendida, a saber, que la enseñanza diferenciada vulnera, nada menos, que el precepto constitucional de la igualdad de todos ante la ley.

Aunque en muchas ocasiones la integración de los colegios de chicos y chicas tuvo lugar sobre todo para rebajar costes, esa pretensión de presentar la educación mixta como una especie de logro de la emancipación, ha sido ciertamente muy utilizada para respaldar su extensión. Sin embargo, considero que debería ser relativamente sencillo de entender que enseñar por separado a niños y niñas nada tiene que ver con conculcar ese igual derecho a la educación que debe asistir a ambos sexos. En cualquier caso, ahí están las sentencias del Tribunal Constitucional y del Supremo, o la Convención de la UNESCO relativa a la lucha contra las discriminaciones en la esfera de la enseñanza que niegan claramente el carácter discriminatorio de la enseñanza diferenciada.

Bien es cierto, en cualquier caso, que esta polémica, como tantas otras relativas a la enseñanza, se suprimiría si el Estado, en lugar de financiar directamente a la oferta educativa, subvencionara a los titulares del derecho a la educación a través de bonos escolares. Así, los padres tendrían mucha mayor libertad para escoger la educación que quieren para sus hijos, al tiempo que habría más margen para la competencia y el contraste de diferentes modelos educativos.

Es por ello por lo que concluyo reivindicando, una vez más, la libertad de elegir, sin olvidar ese "viva la diferencia" con el que comencé este artículo.

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