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Antonio Golmar

El laboratorio de Feijóo

Gane quien gane en Galicia, su éxito correrá de la mano de costosas políticas públicas que, lejos de defenderlos de las tendencias anti-democráticas del Gobierno central, los harán rehenes de una administración autonómica cada vez más vigorosa.

Mucho ha llovido desde que en 1932 el juez norteamericano Louis D. Brandeis, uno de los favoritos del ala izquierdista del entorno de Roosevelet, hablaba de los estados federales como "laboratorios de democracia". La cita se suele asociar al liberalismo, aunque en realidad lo que Brandeis deseaba era una suerte de socialismo científico, de forma que "un solo estado pueda, si sus ciudadanos así lo deciden, servir como laboratorio y llevar a cabo nuevos experimentos sociales y económicos sin riesgo para el resto del país".

A pocos días de las elecciones vascas y gallegas, campos de ominosa experimentación que algunos pagaron con sus propias vidas, me pregunto si la deseable mayoría suficiente del PP, sólo o en compañía, será capaz de deshacer alguno de los entuertos cometidos durante cuatro años de Gobierno nacional y socialista.

La apuesta de Núñez Feijóo por el voto joven y urbano –desde 2003 al PP le nacen muchos menos votantes que al PSOE y se mueren muchos más– ha consistido en promesas que conllevan un aumento espectacular del gasto público. En unas breves cuñas radiofónicas e internéticas muy bien montadas, el atractivo candidato anuncia más dinero para la ley de dependencia, el empleo juvenil y la discriminación positiva a favor de las mujeres. Todo destila buen rollito y compromisos obamitas para mejorar la vida de la gente. En cambio, Rajoy, de gira por los pueblos, ha subrayado la austeridad y la prudencia como los rasgos de un futuro Gobierno del PP en la Xunta.

No quiero ni imaginar que Núñez Feijóo esté dispuesto a aflojar la cartera tanto como dice. Con un Estado que perpetúa la separación entre gasto y recaudación, entre quienes toman una decisión y los que la costean, las elecciones autonómicas se han convertido en bazares trucados en el que todos trafican con el dinero de nadie.

Por otra parte, la defensa que últimamente los populares han hecho del bilingüismo los enfrentará, caso de formar Gobierno, a un influyente lobby compuesto por sindicalistas, activistas políticos reconvertidos en educadores, pedagogos y asistentes sociales y académicos encantados de a llevarse a casa, donde siempre se habla castellano, unos jugosos sobresueldos a cuenta de la normalización. Un hueso duro de roer.

Además, el poder del PSOE y del BNG en los niveles local y provincial, donde acaparan casi todos los ayuntamientos de más de 25.000 habitantes y las diputaciones de Lugo y La Coruña, le pondrá difíciles las cosas a un posible Ejecutivo autonómico del PP a la hora de usar la Xunta para la recuperación de alcaldías en las locales de 2011. Me temo que no quede más remedio que competir con socialistas y bloqueros por ver quién da más, aunque sólo sea pan para hoy y hambre para mañana.

Gane quien gane el domingo en la tierra de mis antepasados paternos, su éxito a corto plazo correrá de la mano de costosas políticas públicas que, lejos de acercar el poder a los ciudadanos o defenderlos de las tendencias anti-democráticas del Gobierno central, los harán rehenes de una administración autonómica cada vez más vigorosa.

El experimento nacional-socialista gallego debe concluir cuanto antes. No hace falta mucho talento para que, si los votos lo permiten, el PP mejore la gestión de Touriño y Quintana. En algunos asuntos lo puede hacer mucho mejor, pero quizá en otros incluso peor.Chegou o momento... de fechar o laboratorio.

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