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Henry I. Miller

Ciencia contra las sequías

Grupos radicales, al estilo de Greenpeace, se oponen a las nuevas tecnologías e inventan falsedades como que los cultivos genéticamente modificados causan impotencia, homosexualidad, enfermedades como el sida y hasta la calvicie.

El hecho de que el monzón de este año podría ser más débil de lo habitual ha provocado cierta preocupación por la capacidad de la India para producir suficiente comida. Pero incluso cuando llegan las lluvias, el agua sigue siendo un bien muy escaso en el país. Una gran parte de la solución podrían ser los cultivos que requieren menos riego, siempre y cuando los burócratas y activistas no impidieran su uso.

El riego en la agricultura representa aproximadamente el 70 por ciento del consumo mundial de agua fresca, pero puede ser aún mayor dependiendo del tipo de cultivos y de las condiciones hidrológicas locales. La India, por ejemplo, es el segundo mayor productor de algodón, el más sediento de todos los cultivos. Se requieren 11.000 litros de agua para producir apenas un kilo de algodón.

La introducción de plantas que consuman menos dejaría más agua para otros usos. Los biólogos han determinado que los genes que regulan el consumo de agua de las plantas pueden ser transferidos a cultivos importantes con algunas modificaciones para permitir que crezcan consumiendo menos agua. El primer cultivo resistente a las sequías –maíz– se espera que pueda ser comercializado para el año 2012.

Cepas resistentes a plagas y a enfermedades también ayudan a economizar agua. Más de 13 millones de agricultores en no menos de 25 países ya utilizan variedades de cultivos genéticamente modificados que producen más alimentos y causan un menor impacto al medio ambiente. Los países más adelantados en esto son Estados Unidos, Argentina, Brasil y la India, con 7,6 millones de hectáreas de cultivos genéticamente modificados.

Pero estos adelantos están siendo bloqueados por activistas y exceso de regulaciones gubernamentales. Grupos radicales, al estilo de Greenpeace, se oponen a las nuevas tecnologías e inventan falsedades como que los cultivos genéticamente modificados causan impotencia, homosexualidad, enfermedades como el sida y hasta la calvicie.

Ese tipo de presiones fomentan la imposición de más regulaciones. La agencia de las Naciones Unidas que establece las normas alimenticias, la Comisión del Codex Alimentarius, ha establecido normas sin base científica y sumamente costosas que no podrían ser cumplidas por los alimentos que no han sido genéticamente modificados. Estados Unidos no ha ratificado ese acuerdo.

Paralelamente, gobiernos interesados en proteger a su sector agrícola interno utilizan mentiras sobre los alimentos genéticamente modificados para impedir la competencia extranjera, de precios más bajos, perjudicando así a sus propios ciudadanos. Eso hace la Unión Europea.

La escasez de agua perjudica el desarrollo económico; su excesivo uso reduce las aguas subterráneas y promueve la subida del nivel del mar, y la mala calidad del agua fomenta las enfermedades como el cólera, la disentería, hepatitis y la fiebre tifoidea. Las sequías que suelen ocurrir en Europa, África, Australia, América del Sur y Estados Unidos podrían reducirse utilizando un poco menos de agua para el riego, logrando al mismo tiempo grandes beneficios, tanto económicos como humanitarios.

La sequía amenaza ahora mismo a la India, pero nadie es inmune a sufrirla en el futuro. Es indispensable que los activistas y los burócratas dejen de bloquear las nuevas tecnologías que logran mayores cosechas con menos agua.

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