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Juan Morote

La vuelta al cole

Me produce una gran desazón el ver cómo todos los gobernantes que hemos soportado han pretendido arreglar la educación partiendo de la superioridad que confiere la ostentación del cargo político, prescindiendo absolutamente del mercado.

Ha iniciado su andadura un nuevo curso escolar. Toda la menuda grey patria ha vuelto como don Quijote: mochila en astillero, pereza antigua, esperanza flaca y espíritu corredor. La educación de nuestros vástagos nos va a costar un ojo de la cara y parte del otro, y harina de otro costal va a ser cuál será el rendimiento obtenido por aquellos que protagonizarán nuestro futuro.

En España, o lo queda de ella, nuestros infantes serán aleccionados en la tolerancia al estilo del peor Locke; éste en su carta sobre la tolerancia señalaba que se debía tolerar todo menos a los católicos, a los que denominaba "los papistas". Pues de un modo torticeramente análogo, nuestros muchachos aprenderán a tolerar únicamente aquello que concuerde con el credo progre. Los niños aprenderán, Dios me perdonará por el uso de este verbo: aprender ¡qué cosa!, que la sexualidad se educa, que el lenguaje construye la realidad, que no hay verdades absolutas en el ámbito moral, que la felicidad viene del Estado y que el individuo necesita que lo dirijan.

Todo esto lo traerá esta nueva vuelta al cole, aunque nos deparará más cosas, desgraciadamente muchas más cosas que habiendo sido anunciadas han sido asumidas. Sin duda, el presente curso nos traerá unas dosis de indisciplina jamás vistas por estos lares, una desincentivación del esfuerzo inusitada y una infravaloración del talento impropia de una sociedad que en algún momento suscribió los principios liberales.

Nuestro sistema educativo va a desperdiciar un año más; el objetivo del Gobierno es incentivar deliberadamente la mediocridad. No hay ningún mecanismo para primar el esfuerzo, es más, el destacar por el trabajo y la capacidad se convierte en sospechoso, no es infrecuente la pregunta del profesor (¡qué prostitución del nombre!), quien frente a un alumno preocupado por ampliar sus conocimientos, con inquietud por la lectura, le espeta un: "¿Es que quieres ser más que los demás?". Han hecho bueno lo que preconizó Goytisolo en el poema que se titulaba Me lo decía mi abuelito, el afán de superación es retrógrado y la anomia vulgar lo progre. Considero que España no tiene el tiempo que le hace perder el Gobierno, la progresía aplaudiente y los bienpensantes silentes.

Me produce una gran desazón el ver cómo todos los gobernantes que hemos soportado han pretendido arreglar la educación partiendo de la superioridad que confiere la ostentación del cargo político, prescindiendo absolutamente del mercado. Esta tentación estatalista, de la que no se libra ningún partido, consiste en pensar que una mente debidamente cualificada es capaz de ordenar la enseñanza mejor que el conjunto de agentes que actúan en el mercado. Lo anterior pone de manifiesto dos cuestiones: en primer lugar, que no se han leído ni las tapas de La Riqueza de las Naciones; y en segundo lugar, que carecen de la más mínima fe en los individuos.

Así que la vuelta al cole nos regalará la misma falta de libertad para elegir que el curso anterior, las mismas trampas para matricular al niño en los colegios concertados, el mismo despilfarro de recursos públicos, el mismo nivel de adoctrinamiento, la misma desidia de unos profesionales funcionarizados y desmotivados. Eso sí, todo este desastre absorberá en torno al treinta por ciento de los presupuestos de las comunidades autónomas y un coste por estudiante que rondará los seis mil euros, bastante más de lo que cobran la mayoría de colegios privados. ¡Viva la vuelta al cole y a pagar los de siempre!

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