Una estado federal es un estado creado por la federación, es decir, por la unión de estados soberanos; estados soberanos que se han unido para crear un estado conjunto. No es el caso. Y el cómo se repartan la estructura de poder no define al estado federal
Lo que el articulista quiere es un reparto nuevo de competencias dentro de España.
Partiendo de la plena coincidencia inicial con los comentaristas Espon y Josepho, en respeto a su trayectoria periodística, Sr. García Domínguez, y valorando su ciudadanía catalana, he tratado de considerar la tesis y la propuesta que, como única solución a la cuestión de los particularismos periféricos, propone en su artículo. Después de hacerlo, he llegado, para identificarme con él, al punto y al momento en el que su tocayo Ortega y Gasset preconizaba la conllevanza con esos particularismos como verdaderamente única solución a las cuestiones que planteaban en el contexto español. En estos tiempos europeos, globalizadores e interdemográficos, D. José, si los viviera, quizás se sorprendiera de la permanencia de la cuestión. Pero, puesto que existe, me acuden a la mente las reflexiones de nuestro gran filósofo sobre la necesidad histórica del uso de la fuerza en la constitución y preservación de las naciones.
pues yo no quiero ni federalismo ni autonomías. Lo primero que hay que hacer es disolver las autonomías, porque se crearon en base a falsas fronteras y existe un desequilibrio enorme entre las minicomunidades y las macrocomunidades . No puede haber comunidades de 500 mil habitantes y otras de 7 millones, y todo por una fantasía identitaria regional-nacionalista. Hay que volver a las diputaciones provinciales, que es el órgano administrativo más antiguo y neutro como división administrativa, que además es más pequeña y cercana al ciudadano y no tiene la suficientemente fuerza como para chantajear a España.
Don José, ayer justo estaba leyendo unas páginas de 'No fué posible la paz, de Gil Robles, donde, tras hablar de como la Generalitat se negaba a cumplir y acatar una sentencia del tribunal de Garantías, exponía su visión del asunto que Vd. trata hoy.
Gil Robles invocaba la tradición municipalista española para postular un sistema político que reconociese autarquía para cada una de sus partes, y que ascendiese así jerárquicamente hasta la nación. Los dos principios limitantes que establecía eran, 1º, la eficacia o competencia gestora 'demostrada' y, 2º, la subordinación de cada parte al bien común o general. Había cierto color y tufillo 'orgánico' en esa visión (no en vano respiraba el ambiente de los años 30), pero para la España de hoy, estilizándolo y formalizándolo, no estaría mal un verdadero escalonamiento del poder, asignando competencias a la vez que se asumen responsabilidades, en una pirámide sin duplicidades que opere al nivel adecuado en cada caso.
Decirlo es fácil, lo dificil es conseguir eso en un alarde de ciencia... y práctica política (no sólo debería funcionar respetando la idiosincrasia española tradicional, sino que habría de construirse a partir del sistema institucional actual: ¡casi ná!)
No es solución el federalismo, Pepe. Es solución que Expaña se independice de Cataluña y Vascongadas cuanto antes para volver a ser España. Tampoco la forma de estado es determinante por sí misma. Lo esencial estriba en cómo protegernos de los políticos ya que es condición 'sine qua non' restarles poder y dinero para que el daño que hagan, ineludiblemente siempre lo harán, sea menor.
Ojo con las palabras, que las carga el diablo, y la palabra más cargada de peligro, por ser politicamente correcta, mejor dicho no solo políticamente correcta sino maravillosamente aceptada como bálsamo que todo lo cura, es "federalismo". Es un término que gusta a la izquierda e incluso a la derecha, pero a quien gusta especialmente es a los nacionalistas, que ven en ella el mecanismo por el que introducir sus aspiraciones. Muchísimos nacionalistas defienden tramposamente el "federalismo" para conseguir de este sistema los aspectos que le favorecen (consideración de "estado", mayor categoría jurídica, transferencias, competencias), mientras se olvidan de los aspectos que no le convienen (nación única, igualdad de las partes). Por favor, federalismo no gracias, que nos la meten doblada.
Estimado tocayo: el federalismo alemán, el estadounidense u otros de reconocida eficacia tienen como característica principal la lealtad de los Estados federados con respecto a la Unión, de la que no reniegan en ningún momento, bien al contrario. En España, con sistema autonómico o con federal, simétrico o asimétrico, el problema es que un sector mayoritario de la casta política de ciertas regiones no quiere a España. O mejor dicho, desprecia a España. O, con más precisión, ODIA a España.
Y así no podemos construir un sistema parecido al de Alemania o al de EEUU de ninguna manera.

Empieza el autor estableciendo su parábola particular: "Acusar a los políticos de actuar por electoralismo viene a ser como afearles a los futbolistas que solo piensen en marcar goles: una perogrullada contra natura".
Mal comenzamos, porque no le importa que esté sacada de la manga y que de ser cierta, conduzca inexorablemente al principio de que "per se", sea imposible la existencia de políticos que piensen más en el bien público que en el poder por el poder. De ser así ¿Como le vamos a afear que sean profesionales de agarrar la teta y les vamos a exigir otros códigos éticos, otras actitudes y otra finalidad a sus vidas? Evidentemente, para D. José, los que pretendemos otra cosa somos una especie de cretinos anti natura e incapaces de distinguir que la mano cerrada es el puño -famosa verdad de Perogrullo-.
El autor, que acusa a los demás de "fantasía ingenua" el suponer que "otro régimen, centralista, hubiese logrado eludir las pulsiones secesionistas en Cataluña y el País Vasco". Parece olvidar que efectivamente, las "pulsiones" no pueden controlarse, pero sí sus resultados. Es decir, los actos y a este respecto, bien podría aumentar su sapiencia, girando una visita por Córcega para comprobar cómo ha tratado tales "pulsiones" un gobierno centralista como el Francés -por cierto, nada sospechoso de no practicar la democracia más ortodoxa-.
D. José, que en su suprema sabiduría ya ha dictaminado dónde está el huevo de la serpiente, también nos ha dictaminado que lo nuestro es crónico y por tanto, como la cura es imposible, nos debemos resignar a la fatalidad del destino. Todo lo demás es quimérico y empeñarse en reescribir la historia, tanto la pasada como la futura, que él conoce muy bien gracias a su bola de cristal o quizás como diría Raphel, a su equipo de videntes y futurólogos.
Finalmente, nos vende el único tratamiento posible a nuestra enfermedad "ante la que no nos resta más alternativa" -sic- que hacer lo que él nos prescribe. Es decir, el tipo de tratamiento que mi abuelo hubiera enunciado como de "bien si quieres, bien si no quieres".
Pues mire D. José, con todos los respetos -que en mi caso son pocos ante los que no exponen opiniones, sino que sientan cátedra de maestro ciruela-, decirle que no; que en mi opinión, está usted totalmente equivocado y que por mucho que se empeñe, al menos a este que suscribe, no va usted a venderle la moto ni la burra ciega.