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Juan Morote

Ataque de ternura

Del mismo modo que un alcalde se convierte en un déspota so capa del bien que ha hecho a los ciudadanos durante su gestión y acaba tomando por propio lo ajeno, de idéntica manera han operado los policías del chivatazo.

Casi caigo presa de un ataque de ternura cuando he leído en la prensa que los presumibles soplones de interior juran no compartir los objetivos de la ETA. Pues claro que no comparten los objetivos de los etarras y precisamente ese no compartirlos añade un mayor desvalor a su conducta. Aquel que mata por dinero siempre tiene un desvalor añadido a quien mata por convicción, aunque esta sea completamente errónea. Los tres polis presuntamente soplones, Víctor García Hidalgo, Enrique Pamiés y José María Ballesteros han acertado en la única pregunta que les ha formulado el Fiscal. Los tres han negado participar con la finalidad de la banda terrorista.

Increíble la tenacidad del fiscal, cinco minutos de comparecencia de cada uno de los implicados han sido suficientes para contentar las ansias de conocer la verdad del colega de Cándido. De los tres, Pamiés se ha explayado leyéndole al juez su hoja de servicios. Ha alegado en su defensa que ha detenido a más de quinientos terroristas a lo largo de su carrera, en cambio, no ha intentado aportar un ápice de luz sobre el chivatazo. Si bien, el tema no deja de tener un trasfondo claramente político, que se refleja en el comportamiento de los afectados. Cuando se imputa a un político, primero se niega la existencia de los hechos, luego la participación y cuando no queda más remedio, porque la realidad los asalta, se echa la culpa a los intereses políticos y mediáticos que han construido una verdad oficial. De esta guisa han operado exactamente los presuntos soplones. ¡Virgen Santa, si los de interior hablasen de verdad de cómo se construye una verdad oficial!

No dudo en absoluto de la contribución a la lucha antiterrorista de estos todavía policías, me preocupa como la política acaba untando lo que debería ser limpio. Del mismo modo que un alcalde se convierte en un déspota so capa del bien que ha hecho a los ciudadanos durante su gestión y acaba tomando por propio lo ajeno, de idéntica manera han operado los policías del chivatazo. Tratan de justificar con su pasado, un acto indigno de colaboración con banda armada. La diferencia entre los soplones y el alcalde, es que en el segundo caso la responsabilidad llega a la cima, sin embargo, en el caso que nos ocupa además de la colaboración con banda armada nos quedaremos sin saber si está habiendo encubrimiento y hasta dónde.

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