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Cristina Losada

Le Pen y los indignados

Si los de Le Pen concurren para acabar con Sarkozy, habrá culminado aquella operación de Mitterrand para fortalecer a la extrema derecha. Un propósito con el que fantasearon los socialistas españoles, siempre aprendices de los aprendices de brujo.

La izquierda francesa se ha librado en esta ocasión del espantoso dilema que fueron, para ella, las presidenciales del 2002. Cuando hubo de votar con la nariz tapada y gran dolor de corazón al candidato de la derecha Jacques Chirac contra el mismísimo Jean Marie Le Pen. Diez años después de aquel penoso trance, y quizás con tal experiencia en el retrovisor, la izquierda ha desenfundado el voto útil más que el voto indignado, en perjuicio de los diversos chiringuitos extremistas situados en sus orillas ideológicas. En contraste, una porción de la derecha se ha entregado justo al comportamiento contrario. Ha preferido el voto indignado al voto útil, ha penalizado a Sarkozy y ha premiado al Frente Nacional que ahora lidera Marine, la hija de Jean Marie. Peor aún: votantes del FN aseguran que apoyarán al socialista Hollande cuando vuelvan a acudir a las urnas en mayo. ¡Todos contra Sarkozy!

De confirmarse la tendencia "antes un socialista que un Sarko", y caso de que el ex de Segolène llegue al Elíseo con votos de la apestada, Marine Le Pen verá más cerca su gran objetivo estratégico: desplazar a la derecha establecida y hacerse con el liderazgo de la derecha toda. No será en dos días ni en dos tardes, pero no sería imposible. Mucho voto joven se ha repartido entre los dos Frentes, el Nacional y el de Izquierda, ambos simétricos en más de lo que proclama el nombre, que ya es mucho: un "frente" anuncia combate. Un combate contra el sistema, contra el establishment, contra las limitaciones de la realidad. Es el fenómeno que aquí representaron los "indignados", una amalgama confusa y confundida, infantil, inmoderada y desesperada, que desborda los márgenes tradicionales de la política tanto por la derecha como por la izquierda.

Si finalmente los votantes de Le Pen concurren para "derrocar" a Sarkozy, y se abre la puerta al predominio del FN en el campo de la derecha francesa, el destino habrá culminado, tantos años después, aquella maquiavélica operación de Mitterrand. La de fortalecer a la extrema derecha en detrimento de la derecha; la de dividir el voto de la derecha a fin de que no consiguiera mayorías absolutas. Con ese propósito fantasearon también los socialistas españoles, siempre aprendices de los aprendices de brujo. Y tal vez vuelvan a fantasear ahora. Ahora que la tierra quemada de la crisis puede servir de abono a chovinistas y salvapatrias, y que no faltan, aunque no sean muchos, admiradores de Le Pen en España.

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