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La Convención Republicana

Romney y los suyos se enfrentaban con desafíos políticos y electorales mucho más importantes que el del huracán 'Isaac'. Y los superaron con éxito.

Por supuesto que los demócratas dicen haber visto toda clase de horrores en la Convención Republicana, pero el partido del elefante se ha quedado aceptablemente satisfecho con lo sucedido en Tampa la semana pasada. No es cuestión de cerrar filas o poner al mal tiempo buena cara, en sentido real y figurado. Romney y los suyos se enfrentaban con desafíos políticos y electorales mucho más importantes que el del huracán Isaac, con no ser éste y sus consecuencias organizativas y emocionales ninguna broma. Y los superaron con éxito.

Las circunstancias adversas hicieron que el ambiente se calentase con cierto retraso, pero hubo excelentes oradores y magníficos discursos, con momentos enardecedores y electrizantes. El partido presentó un plantel de políticos de primera fila, algunos muy jóvenes, como el senador Marco Rubio y el propio candidato a la vicepresidencia, el congresista Paul Ryan (42 años), acreditado experto en temas presupuestarios y promotor de imaginativas reformas de los programas sociales que lastran atrozmente la economía americana.

En el guión subyacía el objetivo de salir al paso de las acusaciones que la campaña de Obama dirige contra los republicanos. Entre otras lindezas, los acusan de estar librando nada menos que una guerra contra las mujeres. La respuesta fue una fuerte presencia femenina y tres notables intervenciones femeninas, la de la gobernadora de Carolina del Sur, una estrella ascendente en el partido, la de Condy Rice y la de Ann Romney, que dio la talla política y al mismo tiempo estuvo entrañable. Se salió igualmente al paso de la acusación de que el partido es anti-inmigración y anti-minorías. Por no citar más que los nombres ya mencionados, Rubio es un católico de origen cubano, Condy es negra por los cuatro costados y Nikki Haley, la referida gobernadora, es de origen sij (de la India).

La convención se proponía que los americanos conocieran al candidato. Se daba por supuesto que, a pesar de la larga campaña, todavía muchos se preguntan: ¿quién es Romney? Su imagen pública presenta a un personaje un tanto acartonado, con un déficit de gustabilidad. No es indispensable para ser elegido gozar del carisma del que disfrutó Obama en el 2008, pero durante los próximos cuatro años los americanos van a tener en la pantalla de sus televisores casi a diario a quien salga elegido. Lo que resulta indispensable es que su presencia no les incomode, que se sientan confortables con ella. Todos los esfuerzos han estado destinados a humanizar su figura y, desde luego, a destruir la imagen promovida por los demócratas de un ricacho ajeno al común de la gente. Nadie esperaba que el suyo fuera un gran discurso, pero sí que clarificase todos esos puntos.

Los republicanos se han quedado satisfechos de la actuación de su candidato y de la convención. La experiencia indica que estas infladas asambleas tienen poca incidencia en la intención de voto, pero, dado el práctico empate, cualquier desplazamiento puede ser decisivo.

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