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Juan de Dios Dávila

Recuperemos España

Si hacemos frente al nacionalismo, nuestros argumentos son imbatibles; pero hace falta para ello romper el tabú de que el nacionalismo es legítimo.

El desafío secesionista planteado por el nacionalismo catalán, y el que en breve parece que lanzará coordinadamente el nacionalismo vasco, puede llevar a muchos españoles al pesimismo, o al derrotismo, por el aparente triunfo del movimiento secesionista.

Cierto es que en la Comunidad Autónoma Vasca ha crecido de forma muy significativa el apoyo a EH-Bildu, partido apoyado públicamente por ETA, pero también es cierto que esto no deja de ser el fruto de casi 35 años de impunidad en la limpieza étnica y la inmersión nacionalista en las escuelas y los medios de comunicación, incluso de impunidad en los crímenes y para los criminales que han sido indultados.

Sistemáticamente, desde hace 35 años, tanto los sucesivos gobiernos de España como los principales medios de comunicación han fomentado esta impunidad e incluso concedido un aval de moralidad a todos los partidos nacionalistas, aunque su trabajo fuese contra el bien común de todos los españoles, ya que buscaban el enfrentamiento y la ruptura definitiva de España.

La situación es inexplicable. Resulta que a unos partidos que en sus ponencias políticas afirman que trabajan por la ruptura de España, lo cual significa el enfrentamiento entre españoles y que tanto vascos como catalanes renuncien a su identidad, se les ha venido concediendo poder, soberanía, legitimidad en sus objetivos y financiación para que acaben con España.

La victoria de las tesis secesionistas no se está produciendo porque tengan los mejores argumentos; al contrario: por carecer de ellos, por ser incapaces de demostrar que su propuesta secesionista es mejor para todos los españoles, ni tan siquiera para vascos o catalanes, han hecho de la limpieza étnica el eje de su política, con total impunidad. Han tenido que silenciar las propuestas que suponían más España y por tanto más libertad.

Esa limpieza étnica ha consistido en una inmersión lingüística en las escuelas que no refleja en absoluto la lengua empleada en el hogar; ha consistido en unos medios de comunicación controlados por los gobiernos nacionalistas y entregados a la construcción nacional; ha consistido, en Cataluña, en el famoso "3%" del que habló Maragall, con la consiguiente mezcla entre intereses empresariales y políticos; ha consistido en anular la división de poderes y en permitir el sistemático incumplimiento de la ley por parte de los partidos nacionalistas, especialmente; ha consistido en que culturalmente se acepte que un buen vasco o un buen catalán sólo puede ser nacionalista, y si no lo es, es que no es vasco o catalán sino un traidor.

Frente a esta situación, debemos darnos cuenta de que nuestra mayor fortaleza es, justamente, España. Porque la unidad siempre será mejor que la división; porque España es capaz de generar mucha más riqueza unida que separada; porque España tiene una tradición, fundada en una historia real y no inventada, capaz de generar futuro; porque España es garantía de libertad y solidaridad para las personas, frente a unos nacionalismos que identifican su identidad nacional con su militancia política; porque España es garantía de fraternidad entre todos los españoles, y de igualdad ante la justicia.

Es hora de recuperar España, de darnos cuenta de que esta gran nación merece la pena ya no sólo por el bien material que es capaz de generar, sino porque sólo desde nuestra irrenunciable identidad seremos capaces de labrar un futuro prometedor, justo y en paz.

Pero este movimiento no surgirá de los partidos políticos tradicionales, que hasta ahora han consentido que los partidos nacionalistas marquen el rumbo de los distintos gobiernos españoles; surgirá de un pueblo que ya sólo quiere la unidad entorno a la verdad, que ya está cansado de tener que renunciar a su ser, que ya está harto de legitimar y financiar a aquellos que buscan su ruina.

Estoy convencido de que, si hacemos frente al nacionalismo, nuestra realidad, nuestros argumentos son imbatibles; pero hace falta para ello romper el tabú de que el nacionalismo es legítimo. Todo aquello que busca nuestra ruina, que se basa en la mentira histórica y que del enfrentamiento y el odio hace herramienta política no sólo es ilegítimo, sino que además hay que presentarle batalla por el bien común de todos los españoles.
 

Juan de Dios Dávila Garijo, hermano del teniente coronel Fidel Dávila, asesinado por ETA, exconcejal de Hernani por el PP y presidente de la Fundación Unidad + Diversidad.

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