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Amy la trincona

"Cari, no me sigas defendiendo que me hundes". Es lo que debió de pensar Mulas tras leer el documento autoinculpatorio publicado por su esposa.

"Cari, no me sigas defendiendo que me hundes". Es lo que debió de pensar Mulas tras leer el documento autoinculpatorio publicado por su esposa.

"Cari, no me sigas defendiendo que me hundes". Es lo que debió de pensar el ya exdirector de la principal fundación del PSOE tras leer el documento autoinculpatorio publicado por su esposa, la filóloga, articulista, cineasta, novelista, intérprete musical y gestora cultural Irene Zoe Alameda (aka Amy Martin). Y es que el argumento de la chica para contrarrestar las feas acusaciones que pesan sobre él es que su marido, a la sazón principal responsable de una fundación financiada con dinero público, pagó sin rechistar numerosos artículos a una desconocida a un precio que multiplica fácilmente por treinta el de mercado. Tras estas revelaciones de su expareja, sobre Carlos Mulas sólo caben ya dos posibilidades: o es un corrupto, como sugieren desde el propio PSOE, o el pobre es bastante cortito, a tenor de la facilidad con la que le sacó la pasta una perfecta insolvente.

A 16 céntimos cada letra pagaba Mulas los trabajos que la buena de Amy tenía a bien remitirle sobre los temas más variados, en los que hacía gala de unos conocimientos oceánicos sobre disciplinas tan aparentemente inconexas como el concepto de la felicidad en el cine nigeriano, la política energética de Extremo Oriente o los desafíos de la UE en una economía globalizada. Es lo que tiene estar casado con una mujer del Renacimiento, capaz de unir a su innegable brillantez en los campos de la literatura y el arte una profunda capacidad para la reflexión política y el análisis económico.

La propia fundación del PSOE recoge todavía hoy en su web los méritos de Amy, a la que presentan como alguien capaz de "dar cuenta de los reequilibrios y paradojas constantes que se establecen entre lo local y lo global". Le alaban sus análisis desprejuiciados, con los que pretende "alentar al lector a que contribuya con nuevas ideas a la búsqueda y acompañamiento [sic] del progreso". Una lectura somera de los trabajos publicados revela su verborreica inanidad, su uso y abuso de los lugares comunes que caracterizan a la socialdemocracia, hasta el punto de que podrían pasar perfectamente por cualquiera de las sabanitas incomprensibles con que Eduardo Madina castiga eventual y muy merecidamente a los lectores de El País. Lo peor es que, tratándose del chiringuito de un partido político, en última instancia todos estos artículos, estudios y notas han sido pagados con el dinero de todos los contribuyentes. Los progres a la violeta de todo tiempo y lugar son especialistas en esta clase de sablazos.

Las pruebas acumuladas en su contra y su voluntad de devolver el dineral recibido demuestran en todo caso que Amy Martin es una trincona a nuestra costa, así que el debate sobre si es el alter ego del propio Mulas, que buscaría así enriquecerse gracias a su puesto, el de su esposa renacentista, que iluminaría a los progres a 3.000 euros la pieza, o un comodín utilizado por los dos resulta absurdo. Casi tanto como llamar Ideas a cualquier cosa fundada ZP.

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