Su demagógica intervención en el Congreso la semana pasada le ha servido a Ada Colau para saltar a la fama. Los mismos que la jalean luego se quejan de que no seamos más democráticos, y ponen como ejemplo países donde no es costumbre que te aplaudan por insultar a un señor con el que se discrepa. Pero el susodicho insulto, aplicado con revolucionaria igualdad y fraternidad contra los banqueros y el PP, llevaba más tiempo circulando. Porque sí, para muchos parece que los suicidios ante la inminencia de un desahucio son suficiente excusa para calificar al Gobierno o a los bancos de asesinos y criminales.
En esta juerga de ponernos a acusar a los demás de lo que es responsabilidad de cada uno podemos participar todos. Por ejemplo, la OMS recomendó no publicitar ni glorificar los suicidios, ni dar razones simplistas de los mismos para evitar un efecto contagio. Si jugamos a demagogos, se podría decir que la información que están dando muchos estaría alentando los suicidios, y calificar en consecuencia como asesinos y criminales a la mitad de la prensa y a tres cuartas partes de los usuarios españoles de Twitter, calculando así a ojo.
Sería absurdo, como mínimo tan absurdo como el pecado original. El suicidio puede tener entre sus causas una situación personal muy difícil, sea por un desahucio o por un divorcio traumático que te ha dejado sin hijos, ni casa ni dinero. Pero no he visto a los demagogos acusar de criminales y asesinos a quienes aprobaron la Ley de Violencia de Género. Tampoco una Ley Hipotecaria que se aprobó a principios del siglo XX debería llevar a insultar a los Gobiernos de todos los colores que han regido los destinos de España desde entonces. Ante circunstancias igual de extremas, distintas personas toman decisiones distintas y siguen caminos opuestos. Y aunque cambiáramos las normas seguiría habiendo suicidios, aunque las circunstancias fueran distintas.
Además, para una inmensa mayoría, la violencia sólo tiene legitimidad si se ejerce en defensa propia o como represalia ante una agresión previa. De ahí que muchos extremistas asocien con la violencia, la criminalidad y el asesinato todo tipo de cosas que tienen poco que ver con violencia y crímenes. Al acusar al PP o a los banqueros de asesinos y criminales se abre la puerta a la justificación o exculpación de la violencia, esta sí real, que se pueda ejercer contra ellos. Es un viejo truco de los extremistas, que hablan de violencia antiecológica o violencia contra el pueblo vasco para justificar sus propias acciones.
Este discurso nada tiene que ver con la opinión que nos merezcan la dación en pago o el Ejecutivo de Rajoy, que, la verdad, en mi caso es francamente mejorable. Tiene que ver con la batasunización de buena parte del discurso sobre la política. Luego nos quejaremos de nuestros representantes. Como dijo ese fabricante en serie de citas para columnistas en apuros, el mejor argumento en contra de la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante medio. Aunque ahora no hace falta tanto tiempo. Con un vistazo a los trending topic de Twitter es más que suficiente.