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Daniel Rodríguez Herrera

Sin noticias de Thatcher en España

Aznar no sólo no persuadió a sus rivales: como está dejando claro el Gobierno de Mariano Rajoy, tampoco convenció a los suyos.

Aznar no sólo no persuadió a sus rivales: como está dejando claro el Gobierno de Mariano Rajoy, tampoco convenció a los suyos.

Cuando a la recientemente fallecida premier británica le preguntaron por su mayor logro, su irónica y certera respuesta fue: "Tony Blair". Si a Aznar le hicieran la misma pregunta, digo yo que no se le ocurriría decir que Zapatero. Esa es la diferencia crucial entre ambos Gobiernos. Guiados los dos por unas ideas liberal-conservadoras similares, al español le faltó valentía para avanzar tanto como hizo en su día la Dama de Acero Inoxidable, especialmente en un segundo mandato en el que contó con mayoría absoluta y prefirió echarse la siesta. Pero, sobre todo, le faltó argumentar y justificar las medidas que sí tomó ante la opinión pública, haciéndola moverse en su dirección.

No deja de resultar triste para cualquier liberal, siempre receloso del poder y deseando limitarlo, observar cómo a través de él es como las ideas cogen más fuerza. Las de cualquier signo. Naturalmente, dado que sólo el liberalismo aspira a limitar al Estado, y los políticos rara vez gustan de limitarse a sí mismos, en pocas ocasiones se ha empleado ese púlpito para cambiar la mentalidad de la opinión pública en favor de la libertad. Sí lo hicieron Reagan y Thatcher, y por eso, y no tanto por sus decisiones políticas, los odiaron en vida y los siguen odiando tras su muerte.

Que Aznar fracasó, básicamente por no presentarse siquiera a jugar el partido, ha quedado claro con el reciente estudio del BBVA, que muestra a los españoles como los más radicales amigos del Estado y la redistribución y enemigos del mercado y las libertades de toda Europa. Muchos argumentarán que España es así, y que lo era antes y después de Aznar, pero es que el Reino Unido antes de Thatcher era muchísimo peor. Al igual que la derecha española, los tories dejaron durante décadas que la izquierda marcara el rumbo ideológico, frenando ligerísimamente la marcha cuando alcanzaban el poder. Fue Thatcher quien transformó no tanto el país, que también, sino sobre todo la mentalidad de los políticos de dentro y fuera de su partido y, sobre todo, de los votantes.

Zapatero y su pensamiento Alicia no hubieran podido ganar las elecciones en el Reino Unido después de Thatcher, algo que Tony Blair y Gordon Brown supieron ver perfectamente. Porque Aznar no sólo no persuadió a sus rivales: como está dejando claro el Gobierno de Mariano Rajoy, tampoco convenció a los suyos.

En España, la única que ha intentado hacer algo similar a la primer ministro británica ha sido Esperanza Aguirre en la Comunidad de Madrid. Sus políticas, en el fondo, seguramente no se diferencien tanto de las de Aznar, pero Aguirre se ha esforzado a fondo en dar y ganar la batalla de las ideas. El problema es que el suyo fue un altavoz relativamente limitado en comparación con el Gobierno de una nación. Aun así, es una pena que la Fundación BBVA no haya ampliado lo suficiente la base de su encuesta como para tener resultados fiables por regiones. Previsiblemente Madrid aparecería como la más cercana a la opinión del resto de los europeos. Por eso la odian, y la seguirán odiando siempre.

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